Violene Marseille, su esposo y dos hijos viajaban en autobús a través del centro de México el domingo cuando comenzaron a recibir advertencias de que su destino final, la frontera con Estados Unidos, ya no era un sitio seguro para cruzar.
Connacionales suyos que ya habían llegado al punto fronterizo entre Ciudad Acuña, en el norte de México, y Del Rio, en Texas, les decían que el gobierno estadounidense estaba deportando a cientos de migrantes de regreso a Haití, de acuerdo con datos del gobierno haitiano.
Al descender del transporte en medio de la bulliciosa central de autobuses de Monterrey, una ciudad industrial del norteño estado de Nuevo León que está cerca de los principales puntos fronterizos entre México y Estados Unidos, Marseille advirtió la presencia de agentes migratorios mexicanos y decidió apresurarse con su familia hacia el albergue Casa INDI.
Su viaje, que había comenzado más de dos meses atrás en Santiago, Chile, parecía haber concluido a unos 250 kilómetros al sur de la frontera estadounidense.
Mientras autoridades de ese país expulsan a los últimos que quedaban de un grupo de más de 14.000 migrantes que se habían apostado debajo del puente fronterizo en Del Rio, miles de haitianos que aún buscan llegar a la frontera con Estados Unidos han comenzado a percatarse de que su oportunidad de cruzar a territorio estadounidense podría haber pasado. Como lo han hecho antes y luego de las acciones del gobierno estadounidense para expulsar masivamente a sus connacionales, ahora buscan regularizar su estatus en otros países, encontrar trabajo y esperar a la siguiente oportunidad.
“Gastamos 4.000 dólares, todos nuestros ahorros, para llegar a Estados Unidos, pero por lo que está pasando en Estados Unidos, mejor nos quedamos en Monterrey, queremos trabajar”, dijo Marseille, de 36 años, a The Associated Press.
Marseille llegó a Santiago en 2016 en búsqueda de mejores oportunidades que las que tuvo en Haití. En la última década, el país caribeño ha experimentado una salida masiva de sus habitantes que comenzó tras el devastador terremoto de 2010 y sucesivos desastres naturales, inestabilidad política y estancamiento económico.
Durante su estancia en Chile, Marseille logró regularizar su estatus migratorio y consiguió empleo como trabajadora de limpieza en una empresa que presta servicios a hospitales. Ella había sido estilista en Haití y su esposo John Teslima, albañil. En Chile ambos consiguieron trabajo y ahorraron con el fin de eventualmente migrar a Estados Unidos.
Recientemente, Marseille y su familia decidieron que el momento de partir hacia el norte había llegado ante cambios implementados por el gobierno conservador de Sebastián Piñera a las políticas migratorias que consiste en mayores requisitos para poder extender la vigencia de las visas humanitarias entregadas a muchos de los haitianos que migraron a la nación Sudamericana.
Como miles de migrantes más lo han hecho este año, en su trayecto atravesaron a pie la peligrosa selva del Darién en la frontera entre Colombia y Panamá. “En el viaje me robaron mi anillo de matrimonio, vi cómo agredieron a niñas y mujeres, fue horrible”, narró.
Mientras la familia se adentraba en México en autobús, Marseille, Telisma, su pequeño hijo John de 3 años nacido en Chile y su hija Rebeca, de 8, las noticias sobre lo que acontecía en Del Río los obligaron a cambiar sus planes.
“No queremos regresar a Haití, ahí no hay gobierno”, dijo Telisma, quien ahora colabora de forma voluntaria en la carga y descarga de alimentos y donaciones enviadas al albergue al que han llegado unos 1.500 haitianos desde el domingo. “Queremos papeles, documentos, para poder conseguir dónde vivir aquí”, añadió el migrante.
Los documentos podrían demorar. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) ha registrado un reciente incremento exponencial de solicitudes. Tan solo en lo que va de este año, unos 19.000 haitianos han solicitado asilo en México. El director de la agencia, Andrés Ramírez, dijo esta semana en Twitter que, hasta agosto, el número de aplicaciones hechas por migrantes de este país registra un incremento de 56% comparado con las recibidas en total entre 2013 y 2020. Agregó que cientos de solicitudes habían sido enviadas esta semana a todas las oficinas de la agencia en el país.
Esta semana, México ha trasladado a cientos de haitianos desde Ciudad Acuña a la sureña Tapachula, en Chiapas, cerca de la frontera con Guatemala. El gobierno ha mantenido una política que esencialmente ha consistido en la contención migratoria con el fin de mantener a los solicitantes de asilo en el sur del país y lejos de la frontera con Estados Unidos. No obstante, esta región es una de las más empobrecidas, con pocas oportunidades laborales y muchos de los migrantes han expresado estar cansados de esperar ahí.
Esta semana, afuera de las oficinas de la COMAR en Ciudad de México se formaron largas filas de migrantes, en su mayoría haitianos.
En Monterrey, muchos de los haitianos que llegaron al albergue han expresado interés en conseguir documentación que les conceda permiso para trabajar en el país. Les han informado que el lunes funcionarios de la agencia irán al lugar a fotografiarlos para avanzar en el proceso de aplicación. Ante el sobrecupo, el albergue ha tenido que instalar carpas afuera de los dormitorios.
Ana Estache, de 43 años, también originaria de Puerto Príncipe y quien del mismo modo que Marseille vivió en Chile los últimos años, incluso ha considerado regresar a la nación sudamericana ante el complicado panorama en México y Estados Unidos. “Podría volver, si no nos dan papeles aquí, mi hijo es chileno”, explicó Estache, quien llegó a Monterrey junto con su esposo e hijo de 2 años. Sin embargo, dijo que aún no ha perdido la esperanza de llegar a Estados Unidos y conseguir una mejor calidad de vida.
Selomourd Menrrivil, de 43 años, de Cabo Haitiano, a diario recibe por WhatsApp reportes que le envían sus conocidos que aún están en Ciudad Acuña y Del Río. El mensaje central que recibe es que no se acerque a la zona. Por este motivo, dijo, es que ahora busca regularizar su estatus migratorio en Monterrey.
En la travesía que también emprendió desde Chile, a donde también migró en búsqueda de una vida mejor, agotó los ahorros que logró acumular durante su estancia allí, de unos 10.000 dólares. “Ahora no tenemos casi nada, vendimos todo para llegar hasta aquí. El mayor deseo que tengo es poder estar legal en un país con mi familia, encontrar trabajo para sobrevivir”, dijo Menrrivil mientras su esposa e hijas descansaban sobre el pavimento bajo las carpas afuera del albergue.