La otrora hidalga, orgullosa, limpia, segura y emprendedora ciudad de Santiago de los Caballeros se extingue ante la mirada incrédula y pasiva de los munícipes que yacen impotentes a la sombra de los escombros de la que un día fue la ciudad más prospera de la República Dominicana.
Pareciera la crónica de una muerte anunciada en la que precisamente muere el personaje ¨Santiago Nasar¨ ante los ojos parcos y omisos del pueblo. Pero contrario a lo acontecido en la ilustre obra del recién fenecido nobel de literatura Gabriel García Márquez, afortunadamente todavía hay esperanzas para lograr el Santiago que Queremos!
Aún recordamos los días cuando el santiaguero/a se pavoneaba por nuestra capital y el resto del país orgulloso del gentilicio que ostentaba, y no era para menos, ya que ser santiaguero era un doble privilegio, primero natural, por ser el corazón de la región más productiva del país, y segundo por ser considerado un pueblo de gente buena que procuraba y gestaba su propio desarrollo, no se sentaba a esperar que las soluciones cayeran del cielo como la abundante agua que bendice nuestra región.
¿A dónde se fue el orgullo del santiaguero? Sabemos que no se ha ido! Sólo que no le han dado razones para que aflore nueva vez.
En efecto, el deterioro progresivo en la calidad de vida de los munícipes de Santiago, evidenciado en la evaluación de las diferentes variables socioeconómicas, así como la percepción de los ciudadanos acerca de cómo marcha su ciudad, es la principal causa de la apatía sociocultural de la que adolecemos.
Comenzando con el entorno económico, vemos como Santiago va perdiendo competitividad, empresas importantes se marchan de la ciudad y empresas pioneras del país que nacieron aquí, mudan su sede principal a la capital, y peor aún no hay incentivos para que nuevas empresas se establezcan o se desarrollen nuevos emprendimientos.
Existe una percepción generalizada de que Santiago es la ciudad con el índice de delincuencia más alto del país, lo que está impidiendo que se genere un turismo interno, ya que nuestros coterráneos temen desplazarse por nuestra ciudad, ya se perdió el derecho al sosiego sano y al esparcimiento, porque las calles no nos pertenecen e incluso no hay certeza de seguridad ni siquiera en la santidad de nuestro hogar.
Nuestros parques son centros de operación de los delincuentes, donde la ausencia de un plan de seguridad ciudadana se confabula con la inexistencia de un programa cultural recreativo para que nuestras familias puedan disfrutar de los escasos espacios públicos de que disponemos.
Pese a la existencia de múltiples estudios, Santiago crece de forma desorganizada, las estrechas calles de la ciudad no son aptas para el tránsito que cada día copa las escasas estructuras viales interurbanas. La falta de vías que comuniquen la ciudad norte-sur constituye el primer problema del tránsito, ya que prácticamente contamos con un par de calles importantes, una que bordea la ciudad y otra que la atraviesa, y lo peor de todo es que las soluciones que están en la agenda estatal, no están ni cerca de resolver el verdadero problema.
Sin duda que este rápido vistazo a la realidad de nuestra ciudad aleja hasta la más remota chispa del orgullo santiaguero, pero estamos aquí para pedirle al ciudadano que no se rinda, que no desfallezcamos, que todavía hay esperanzas, que juntos podemos luchar por el Santiago que Queremos!
El autor es precandidato a la Alcaldía de la ciudad de Santiago de los Caballeros