Tras la derrota final de las fuerzas del general Elías Wessin y Wessin en el puente Duarte y por temor a la creación de “una segunda Cuba” en el Caribe, el presidente Lyndon B. Johnson ordenó hace hoy 51 años, la segunda invasión militar estadounidense en República Dominicana en el siglo XX.
La primera ocurrió en mayo de 1916, obligando a las tropas del insurrecto general Desiderio Arias abandonar Santo Domingo.
Estados Unidos no podía permitir un régimen democrático al estilo del gobierno que estableció el profesor Juan Bosch el 27 de febrero de 1963.
Fue una decisión que Johnson examinó con atención y en oposición a la recomendación de todos sus asesores civiles que le sugirieron no hacerlo de inmediato con la esperanza de que las tropas de Wessin podrían vencer la revuelta.
En el teatro de los hechos, el embajador estadounidense William Tapley Bennett, sí conocía de la situación y de la ineficiencia e indecisión de los jefes militares de las tropas de Wessin.
Johnson acogió así la recomendación de Bennett, quien en un informe le recomendó que las fuerzas norteamericanas establecieran un cordón de seguridad entre los constitucionalistas y los militares wessinistas.
Con ese control, Washington podría solicitar a la Organización de Estados Americanos (OEA) negociar una solución política al conflicto. Así lo hizo y la OEA apoyó la intervención.
Para ejecutar la invasión Washington requería de un legalismo, que fuera una solicitud de ayuda militar de República Dominicana.
El coronel Pedro Bartolomé Benoit, oficial de la Fuerza Aérea, que encabezaba la junta militar de Wessin y Wessin, así lo hizo ante el embajador Bennet.
El presidente Johnson, dirigió un mensaje televisado la noche del 28 de abril de 1965, anunciando al pueblo estadounidense que la infantería de marina había desembarcado en Santo Domingo para ayudar a la evacuación de norteamericanos y otros extranjeros. En Santo Domingo sólo vivían alrededor de 2,500 norteamericanos y la mayoría residían en sectores de la clase alta, donde no llegaron los cambates. Johnson omitió la real intención de la intervención que era la temida toma de los comunistas de la revolución constitucionalista.
Las tropas estadounidenses, 500 en total, una primera partida, desembarcaron a las 2:00 de la tarde de ese miércoles 28 en el puerto de Haina y posteriormente los soldados fueron trasladados en helicópteros al hotel El Embajador, desde donde iniciaron su misión. Para la primera semana de mayo habían desembarcado 5,000 infantes de marina y paracaidistas.
A mediados de la segunda semana de mayo llegó al máximo, con alrededor de 22.000 soldados estadounidenses en el país. La cifra de 42 mil marines fue inventada por los jefe militares estadounidenses para impresionar y causar temor entre los combatientes constitucionalistas.
Las fuerzas constitucionalistas, que dirigía Francisco Alberto Caamaño, se resistieron a la invasión. Para darle visos de legalidad a la invasión, Estados Unidos logró imponer su posición en la intervencionista en la OEA para que ese organismo apoyara una fuerza supuestamente pacificadora. Se crea así la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), dirigida por Brasil, pero las decisiones eran adoptadas por Washington.
La invasión obligó a las tropas constitucionalistas a replegarse hacia la parte baja de Santo Domingo, y una partida quedó atrapada en el norte, siendo diazmadas por los militares de Wessin que consiguieron oxígeno con la llegada de los norteamericanos.
La intervención terminó en septiembre de 1966 con la salida del último remanente de la primera Brigada de la 82ª División Aerotransportada.
El conflicto había terminado, se celebraron elecciones generales en las que el doctor Joaquín Balaguer resultó electo presidente de la República.