El radón es un gas radiactivo de origen natural que puede concentrarse en el interior de las viviendas cuando se dan ciertas condiciones. La Organización Mundial de la Salud considera al radón la segunda causa de cáncer de pulmón, sólo por detrás del tabaco.
No tiene olor, color ni sabor y puede hallarse en nuestro hogar sin que lo notemos. “El radón se produce a partir de la desintegración del uranio, que está presente de manera natural en suelos y rocas. También puede estarlo en el agua”, apunta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta entidad explica que el radón emana fácilmente del suelo y pasa al aire, donde emite partículas radiactivas. “Al respirar e inhalar dichas partículas, éstas se depositan en las células que recubren las vías respiratorias, donde pueden dañar el ADN y provocar cáncer de pulmón”, detalla.
Las concentraciones de radón se miden en becquerelios por metro cúbico de aire (Bq/ m3). El becquerelio es la unidad de medida de la actividad radiactiva. “Un becquerelio corresponde a la transformación (desintegración) de un núcleo atómico por segundo”, aclara la OMS.
“El radón, declarado carcinógeno humano, se considera el segundo factor de riesgo más importante para el desarrollo de cáncer de pulmón y el primero en personas no fumadoras. Este riesgo se ve incrementado en individuos expuestos a concentraciones superiores a 200 Bq/ m3, en comparación a aquellos expuestos a menos de 100 Bq/m3”, asegura María Torres, neumóloga y miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).
En espacios abiertos, el radón se diluye rápidamente por lo que sus concentraciones son bajas y no suele representar ningún problema. “La concentración media de radón al aire libre varía de 5 Bq/m3 a 15 Bq/m3. En cambio, en espacios cerrados, las concentraciones son más elevadas”, manifiesta la OMS.