Santo Domingo.- El miembro de la Dirección de la Fuerza del Pueblo, Franklin Almeyda, dijo que no ha visto un leonelista llorar porque no ganó Leonel Fernández las elecciones presidenciales.
“No he visto un leonelista llorar porque no ganó Leonel; más bien, dispuestos a construir su partido. En cambio, el que ha ganado se muestra torpe integrando un gobierno atado con grupos empresariales y no con su propia base ni con una población que espera pluralidad y no compromisos con políticas neoliberales”, dijo Almeyda en su artículo publicado el el día hoy en elCaribe bajo el título: “No he visto un leonelista llorar”.
¡No he visto un leonelista llorar!
Franklin Almeyda Rancier
Se dieron dos procesos paralelos simultáneamente, el de jornadas y convulsiones políticas con objetivos trascendentes y el otro proceso la competencia electoral. Eran dos procesos que en la percepción general se mezclaban, pero eran diferentes aunque a veces se confundían.
El líder político, con perfil de Estado e histórico, no se deja confundir y tendrá como prevaleciente y determinante el proceso político. El electoral adquiere la misma categoría cuando se sitúa parejo y fortalece al proceso político.
Sacrificar el proceso político a cambio de llegar a ser presidente o sacrificar el ser presidente para no abandonar una causa que descansa en el proceso político, es una alternativa que diferencia el tipo de liderazgo; el primero es con una premisa de ganar y sólo ganar; el segundo asume lo trascendente en beneficio de la gobernabilidad, progreso y bienestar de la población.
Jugar al mismo tiempo los dos papeles, el electoral y el político, si no pueden conjugarse constituye un gran desafío. Leonel lo sabía, por lo que fue conjugando ambos roles, hasta el momento en que era inevitable arriesgarse a perder y no ganar sin decoro y atado.
Como líder político le dio sentido de participación a una población joven que reclamó respetar las normas constitucionales que marcan un régimen social, democrático y de derechos, y que establecen límites en el mandato y ejercicio del poder. Esos jóvenes se fueron a la Plaza de la Bandera y se vistieron con los colores y símbolos patrios, reclamando respeto a los derechos, a la equidad, a la institucionalidad del Estado y, de forma específica, a la funcionalidad y eficiencia de la JCE.
Lo que se pretendió descalificar como una lucha interna en el partido de gobierno, pasó a ser una jornada nacional asumida por el país, protagonizada por los jóvenes y sustentada por Leonel, para evitar la instauración continuada de un gobernante omnipotente y violador de ese Estado social, democrático y de derecho.
Todas las escaramuzas realizadas desde el gobierno para volver a tocar la Constitución, como lo hizo en el 2015 para reelegirse en el 2016, y volver hacerlo ahora en el 2020, fueron desmontadas. Las manipulaciones para desnaturalizar la Ley de Partidos y la complicidad y tolerancia de la JCE, situándose junto al gobierno, de nada sirvieron.
Esa complicidad sólo sirvió para montar un fraude en las primarias de octubre y que, al intentar repetirlo en las elecciones municipales de febrero, hizo abortar esos comicios.
Previamente el IFES había colocado 9 capas de seguridad al sistema electrónico y eso provocó el aborto. Luego, la OEA auditó lo sucedido y localizó 21 hallazgos o delitos electorales y de alta tecnología.
La jornada política-electoral se centró en un grito de guerra, Leonel la lanzó “e’pa fuera que van”; Johnny Ventura la musicalizó “se van”. Finalmente fueron los resultados, se van y la Fuerza del Pueblo surge como uno de los partidos mayoritarios y éticamente diferenciado de lo que dejó atrás.
No he visto un leonelista llorar porque no ganó Leonel; más bien, dispuestos a construir su partido. En cambio, el que ha ganado se muestra torpe integrando un gobierno atado con grupos empresariales y no con su propia base ni con una población que espera pluralidad y no compromisos con políticas neoliberales.