En opinión de los analistas, el inesperado anuncio del FBI podría tener un gran impacto en el pequeño porcentaje de entre el 3 y el 5 % del electorado que se mantiene indeciso y que podría no acudir a las urnas el 8 de noviembre para elegir al próximo Presidente de EE.UU. y a buena parte de los legisladores del Congreso.
Clinton tenía planeado centrarse en los votantes indecisos en los últimos días de su campaña, pero ahora debe enfrentarse a la polémica surgida tras el anuncio de una nueva investigación sobre el uso que hizo de servidores de correo privados para tratar asuntos oficiales cuando era secretaria de Estado (2009-2013).
El profesor de Política en el Colby College de Maine, Anthony Corrado, destacó el giro radical producido en el debate político, que ahora se mueve en torno a los correos de la demócrata y la semana pasada se centraba en el margen de ventaja que podría sacar a Trump.
“Clinton había pensado pasar estos últimos 10 días de las elecciones con un mensaje positivo, hablando a los votantes sobre por qué deberían apoyar sus planes para ser presidenta y, por tanto, buscaba acabar con una nota positiva que le asegurara una victoria entre los indecisos”, explicó a Efe Corrado.
Frente a esa cómoda posición, Clinton ha tenido que pasar al ataque no solo contra Trump, sino también contra el director del FBI, James Comey, elogiado por los demócratas por su “integridad” cuando cerró la investigación sobre los correos en julio y que ahora recibe duras críticas por usar “un doble estándar flagrante”.
Ese mensaje con un carácter más negativo del esperado queda patente en el último anuncio de la campaña de Clinton, en el que la demócrata recurre a las imágenes en blanco y negro de un escalofriante vídeo usado por el presidente demócrata Lyndon B. Johnson en la carrera presidencial de 1964, en plena Guerra Fría.
Con ese anuncio, conocido como “Daisy Girl”, la campaña de Clinton trata de crear la idea de que Trump es demasiado peligroso para dirigir el Ejército más poderoso del mundo, una idea que obviamente la campaña del magnate rechaza y considera un intento de la demócrata para distraer al público de sus propias controversias.
Más allá de la campaña presidencial, para los analistas, el mayor impacto de la nueva investigación sobre los correos de Clinton se sentirá en la ajustada competición por el Senado y no tanto en la Cámara de Representantes, que volverá a manos republicanas según la mayoría de los pronósticos.
La Cámara alta está en poder de los republicanos, pero los demócratas esperan poder recuperarla debido a la posibilidad de que sus rivales tengan que pagar la factura de los polémicos comentarios de Trump contra los hispanos, las mujeres y los musulmanes.
No obstante, desde que el FBI anunciara las nuevas pesquisas, los aspirantes republicanos al Senado han visto reforzado su argumento de que es necesario un Congreso totalmente republicano para vigilar de cerca a una posible presidenta Clinton, percibida por el electorado más conservador como alguien poco fiable.
Los candidatos republicanos al Senado que están usando esa estrategia luchan por los escaños de Nuevo Hampshire, Indiana, Misuri, Pensilvania y Nevada, estado este último con gran población hispana y donde el republicano Joe Heck ha aprovechado la polémica para atacar a su rival, la fiscal demócrata Catherine Cortez Masto.
“Cortez Masto apoya ciegamente a Hillary Clinton porque siempre ha ignorado cuando un demócrata hace algo contra la ley”, cargó Heck el mismo viernes, cuando el FBI anunció las nuevas pesquisas.
Funcionarios del Departamento de Justicia aseguran que no habrá más declaraciones públicas sobre la investigación a Clinton hasta que termine, algo que con toda probabilidad no se producirá antes del día de las elecciones puesto que, según algunos medios, las autoridades deben revisar cerca de 650.000 correos electrónicos.
Esos nuevos mensajes los descubrió el FBI en el portátil del excongresista Anthony Weiner, quien fuese la pareja de una de las asesoras más cercanas a Clinton, Huma Abedin.
Las autoridades están tratando de averiguar cuántos de esos correos son relevantes para la investigación sobre Clinton y, precisamente, si entre ellos se encuentran algunos de los 33.000 mensajes que la demócrata borró por supuestamente ser personales y por tanto no los entregó para su revisión al Departamento de Estado.
Una vez que toda esa investigación se haya completado, existe la posibilidad de que las autoridades no encuentren nada para inculpar a Clinton por haber puesto en peligro información confidencial.
Mientras continúa la incertidumbre y la mayor parte de las preguntas siguen sin respuesta, las únicas consecuencias de la investigación son de momento políticas y podrían cambiar el paisaje político de Estados Unidos durante los próximos años.