El 16 de febrero de 1864 salía Juan Pablo Duarte de Curazao con el propósito de incorporarse a la suerte de la República en armas.
De la anexión, como cuenta su hermana Rosa en sus apuntes, supo Juan Pablo debido al envío de un paquete remitido por esa hermana, envuelto en un periódico contentivo de la noticia. Ella, sin duda, mandó ese periódico, adrede.
Salió Juan Pablo de la selva del río Negro en donde encontró una acogida de la cual carecía entre sus compatriotas. Allí, desde su expulsión por Pedro Santana a poco de proclamada la Independencia, cumplía labor pastoral por encargo del padre Sangení. Abandonó esa tarea religiosa, para armar el viaje hacia su tierra natal.
Por supuesto, al volver a Caracas, se encargó de recoger dinero para adquirir armas y pertrechos para la lucha restauradora de la Independencia.
Conforme la información de aquellos días, al fletar en el puerto de La Güaira la goleta holandesa Gold Munster, aquél 16 de febrero de 1864, portaba mil pesos donados por autoridades venezolanas, otros valores menores recogidos entre venezolanos y mil cien, producto de la venta de una casa propiedad de sus hermanas y de su hermano Manuel, sita en la capital venezolana.
¡Por nueva vez, con una familia empobrecida en ese exilio fruto del olvido de sus compatriotas, sacaba recursos de los suyos para la causa de la Patria!.
La goleta fue contratada para apostar en Montecristy. Mas no llegó a costas dominicanas sino el 25 de marzo. En el camino fue perseguida por el vapor español África así como enfrentar otros desafíos. El capitán de la goleta, José Faneyte, recomendó ir hacia islas Turcas. Allí esperaron hasta tener tiempo y condiciones apropiadas para culminar el viaje.
Juan Pablo no venía solo. Se hizo acompañar de su hermano Vicente Celestino, de su tío Mariano Díez, quien aunque residía en el país de tierra continental, siempre estuvo atento a las causas de los hijos de su hermana Manuela. También acompañaba al Precursor, el poeta Manuel Rodríguez Objío y el venezolano Candelario Oquendo, quien pagó su pasaje para acompañar al grupo.
No tuvo reparo Juan Pablo, en seducir a sus hermanos para desprenderse de esta vivienda. En cierta medida, los despojaba, pero, para él, la Patria estaba primero. Esta conducta no era nueva para Juan Pablo.
Al mismo tío del cual se hizo acompañar en este viaje, lo usó siempre para recaudar recursos en Venezuela, en donde disfrutaba de buenas amistades y nexos.
Y él mismo, muchos años antes, todavía no pronunciada la Independencia, escribió el 4 de febrero de 1864 a su madre y hermanos, pidiéndoles despojarse de sus bienes para entregar a los gestores del acto patrio.
Aquella carta del 4 de febrero mostró cuál era el gran objetivo de este Precursor, Fundador y Propulsor de las luchas independentistas.
En esta carta, decía Juan Pablo a los suyos: “Mi querida madre y hermanos: El único camino que encuentro para poder reunirme con Ustedes es independizar la Patria. Para conseguirlo se necesitan recursos, supremos recursos, y cuyos recursos son: que Ustedes de mancomún conmigo y nuestro hermano Vicente, ofrendemos en aras de la Patria lo que a costa de amor y trabajo de nuestro finado padre hemos heredado.
Independizada la Patria, puedo hacerme cargo del almacén, y heredero del ilimitado crédito de nuestro padre y de sus conocimientos en el ramo de la marina, nuestros negocios mejorarán, y no tendremos por qué arrepentirnos de habernos mostrado dignos hijos de la Patria”.
¡Sueños de un iluminado que ninguno de cuantos finalmente heredaron la Patria por él fundada, jamás han seguido!
Y ahora, llamado indirectamente por la hermana por vía del periódico hecho llegar como envoltorio a sus manos, pide a los suyos nuevos sacrificios. Después de este, la familia Duarte malpasará en los días porvenir. Ninguno de aquellos sobrevivientes de la ingratitud colectiva de sus compatriotas, emitirá un lamento.
Tal vez, en la oscuridad de las noches caraqueñas, llorarán la negra fortuna. Quizá. Pero ninguna queja será emitida por él, por la abnegada y sacrificada Rosa u otras hermanas o el hermano Manuel.
¡Notable ejemplo jamás seguido por los aprovechadores de la Patria, salvo, tal vez el ejemplo de un hombre de trabajo como Juancito Rodríguez quien ofrendó bienes e hijos en el ara de la República!