La crisis transformó a Europa. En los años subsiguientes a la mayor debacle económica y financiera experimentada por el mundo desde la Gran Depresión de 1929, el viejo continente ha estado en ebullición política. Y es que las medidas de austeridad impuestas por la Unión Europea, con el inquebrantable y decidido apoyo de Alemania, han tenido consecuencias que trascienden lo económico y que ya dejan su estela en el terreno electoral.
Aunque la decisión de las autoridades del Banco Central Europeo de implementar un plan de monetización en las 19 economías de la Eurozona, tal como lo hizo Estados Unidos desde 2009, es un reconocimiento explícito de que las políticas de austeridad han fracasado en su propósito, dichas medidas llegan tarde, al menos si estas también apuntaran a preservar el orden político-electoral de la precrisis.
Tras el advenimiento y asentamiento de la crisis, han surgido por toda Europa posiciones políticas radicales, que se esparcen a lo ancho del espectro político-ideológico de la derecha e izquierda. Brotan por doquier el ultranacionalismo, la anti-inmigración, el rechazo a la Unión Europea, el proteccionismo, el regionalismo y hasta el separatismo. Nunca la identidad colectiva y la cohesión de Europa, desde la creación de sus instancias políticas supranacionales, había estado peor: en 2007, solo el 28% de los europeos desconfiaba de la Unión Europea, hoy en día, lo hace el 60%.
Transfiguración electoral del viejo mundo
Desde el 2008, cuando tomamos en cuenta las distintas posiciones ideológicas de los países que integran la Unión Europea, observamos un cambio muy significativo y representativo en la correlación de fuerzas que componen los parlamentos nacionales. Naturalmente, al margen de cualquier credo político, cuando irrumpe una crisis económica y financiera de esta magnitud, el primero en sufrir el golpe de cola es el gobierno de turno, y en Europa, así fue. Hasta finales de 2012, todos los partidos, o coaliciones de partidos que gobernaban sus respectivos países al momento de la llegada de la crisis, vieron sus representantes al parlamento reducirse en un 25%. Pero cuando segmentamos, y nos fijamos solo en los países periféricos del continente ñEspaña, Portugal, Grecia, Italiaóla reducción fue de un 39%.
Al analizar la reconfiguración parlamentaria por posición ideológica, lo que verificamos es aún más llamativo. En los países integrantes de la Unión Europea hubo un incremento de un 39% en los escaños de los partidos que combinan posiciones de extrema derecha y extrema izquierda (ejemplo: dupliquemos las pensiones para todos, pero no aceptemos un inmigrante más). En el mismo orden, los partidos que vindican posiciones ideológicas de extrema derecha, aumentaron su representación parlamentaria en un 52%; los que se manifiestan abiertamente anti-inmigración, en un 77%. En los países con serias dificultades financieras, estos partidos aumentaron su representación en un 102%, y los de extrema derecha en un 300%.
Los conglomerados políticos que azuzan el euro-escepticismo acrecentaron su cuota parlamentaria en un 58% y aquellos que abogan por el regionalismo o el separatismo, en un 25%.
Europa, en su configuración político-electoral, es otra.