GARDI SUGDUP, PANAMÁ. Los paneles solares brillan en cada cabaña de esta atestada isla, una de las más grandes de un remoto archipiélago frente a las costas de Panamá, pero estos pequeños emblemas de energía “verde” no ofrecen esperanza alguna en la batalla contra el cambio climático.
Sí, ayudan a que la isla de Guna reduzca la presencia de por sí minúscula de carbono.
Los residentes cocinan con gas limpio. Usan pequeñas cantidades de combustible diésel en sus lanchas pesqueras y un generador que ilumina las lámparas que cuelgan sobre los pisos de tierra al anochecer. Tienen una de las selvas más impolutas de Panamá que limpian naturalmente la atmósfera de dióxido de carbono.
Pero hay fuerzas más poderosas que amenazan con expulsarlos de la isla, derivadas del hecho de que el resto del mundo no ha sabido controlar sus emisiones de carbono.
La polución relacionada con el calentamiento global sigue aumentando a pesar de que los dos principales contaminantes del mundo se han comprometido a combatir el cambio climático. Estados Unidos dijo que va a reducir significativamente sus emisiones y China aseguró que las mismas dejarán de crecer en el 2030.
Es un camino peligroso que hace que Estados Unidos exporte cantidades récord de combustibles sucios al tiempo que reduce la contaminación responsable del calentamiento global en su territorio.
El carbono que contienen esas exportaciones ayuda a Estados Unidos a cumplir sus objetivos, pero no ayuda necesariamente al planeta.
Ello se debe a que Estados Unidos está enviando más combustibles sucios que nunca a otras partes del mundo donde recién se ponen en marcha los esfuerzos por combatir la contaminación. Si bien el combustible exportado es más limpio que antes, en el caso del diésel, aproximadamente el 20% de las exportaciones son demasiado sucias como para ser quemadas aquí.
En el caso de Guna, a medida que aumenta el carbono, también crecen las aguas del mar. Varias comunidades planean trasladarse tierra adentro, escapándole a las inundaciones y las tormentas que están azotando algunas islas y que han partido en dos otras.
“Nosotros conservamos, otros consumen”, declaró Guillermo Archibold, agrónomo y ex delegado ante el congreso tribal de Guna.
Bajo el gobierno de Barack Obama, Estados Unidos ha reducido su contaminación con carbono más que ninguna otra nación, unos 475 millones de toneladas entre 2008 y 2013, de acuerdo con el Departamento de Energía de ese país.
Menos de una quinta parte es consecuencia de que se quema menos gasolina y diésel, mayormente en los automóviles, pero un análisis de la Associated Press de la información del Departamento revela que las exportaciones de gasolina y diésel más que compensan esa reducción a nivel local con la contaminación que generan en el exterior. Se cree que en el mismo período fueron emitidas 1.000 millones de toneladas de carbono en el resto del mundo.
“Es una imagen falsa”, sostuvo Onel Masardule, de la Iniciativa Indígena sobre Evaluaciones Locales de Cambio Climático, una organización ambiental con sede en Perú que estudió recientemente el cambio climático en Guna. “En realidad, Estados Unidos sigue contaminando”.
Uno de los receptores de las exportaciones contaminantes estadounidenses es Panamá, que ha casi cuadruplicado las importaciones de diésel y gasolina estadounidenses desde 2008.
Panamá es el principal destino de combustible diésel, que es más sucio y contienen más carbono de lo que se permitiría usar en los motores de Estados Unidos. Ese combustible, no obstante, termina en autos y camiones que no tienen los mismos parámetros de eficiencia y no son inspeccionados ni mantenidos regularmente. Panamá exige que los conductores vigilen las emisiones, pero esa disposición es ignorada por todo el mundo.
El comercio de combustibles fósiles ha aumentado marcadamente bajo el gobierno de Obama al registrarse un boom en la producción de petróleo y gas natural.
en 2010, Estados Unidos todavía importaba más productos refinados del petróleo que los que exportaba. El año pasado, sin embargo, exportó más de lo que importó por primera vez desde 1949. en 2012 estos productos eran la exportación más grande de Estados Unidos, valuada en 117.000 millones de dólares, según el Departamento de Comercio de ese país.
El boom ayudó a que Estados Unidos reduzca sus importaciones de petróleo y genere puestos de trabajo en campos petrolíferos y en puertos. Sin ello, al gobierno de Obama le costaría mucho más cumplir su meta de duplicar las exportaciones y el déficit comercial sería más grande todavía.
Pero a nivel mundial, Estados Unidos está teniendo un impacto bastante más reducido de lo que dice en la lucha contra el calentamiento global.
En el caso de la gasolina y el diésel, Estados Unidos ha estado exportando mucho más que lo que ha reducido en consumo doméstico en años recientes mediante medidas como patrones de eficiencia y la mezcla de gasolina con etanol.
“Esta es la historia secreta de su éxito que querrían mantener oculta”, dijo Kevin Book, analista de energía basado en Washington. Desde 2012, Book ha sido miembro del Consejo Nacional del Petróleo, un grupo de asesores elegido por el secretario de energía de Estados Unidos.
“Ha hecho mucho para mejorar nuestra posición, pero no es lo mejor para el clima. No se puede ignorar el hecho de que hay más emisiones cuando hay más para quemar”, sostuvo Book.
Panamá también está ampliando su red de zonas comerciales, que permiten la importación y exportación de gasolina y diésel sin pagar tarifas.
El país dice que no emite dióxido de carbono porque sus selvas absorben todo lo que despiden sus caños de escape y la deforestación, que son los principales contaminantes en el país.
Las selvas y bosques podrían ser usados para la venta de bonos de carbono, un sistema en el que países o empresas pagan para preservar los bosques y evitar así responder por parte de la contaminación que producen.
Los guna se muestran escépticos.
“Nos van a dar dinero, pero siguen contaminando”, afirmó Hernaclio Herrera, biólogo de la Asociación Nacional por la Conservación de la Naturaleza. “Eso es una licencia para contaminar”.
Para los guna, los bosques son santuarios sagrados que no tienen precio.
“Cuando hablamos de los árboles, estamos hablando de nuestros hermanos y hermanas”, dijo Andreve, el director de la agencia del medio ambiente de Panamá en la región de Guna Yala y quien es él mismo guna. “No puedes ponerle una camiseta con el signo del dólar a un árbol si no eres dueño del árbol”.