Los servicios de inteligencia británicos y de otros países europeos interceptaron, durante la pasada campaña electoral estadounidense, comunicaciones entre el entorno de Donald Trump y funcionarios rusos y compartieron esa información con Estados Unidos. Así lo aseguran fuentes citadas por el diario The Guardian y la cadena CNN, en lo que supone un nuevo capítulo en la trama de los presuntos contactos entre el equipo de Trump y Moscú.
Reino Unido, a través del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ), detectó las comunicaciones de forma no intencionada en el marco de su vigilancia a funcionarios extranjeros. Las primeras “interacciones” sospechosas entre personas cercanas a Trump y supuestos agentes rusos tuvieron lugar a finales de 2015 y fueron compartidas con EE UU mediante canales rutinarios de comunicación, según el diario británico. Trump anunció su candidatura a la Casa Blanca en junio de 2015.
El FBI no inició hasta julio de 2016 su investigación de esos contactos después de que Wikileaks empezara a publicar correos electrónicos del Partido Demócrata. La organización publicó decenas de correos que pusieron en aprietos a Hillary Clinton, la rival de Trump en las elecciones. Los servicios de inteligencia estadounidenses acusan a Rusia del robo de esos correos con el objetivo de ayudar a Trump a ganar las elecciones presidenciales. El FBI analiza si pudo haber algún tipo de coordinación entre el republicano y Rusia.
En los primeros seis meses de 2016, otros países europeos, como Alemania, Estonia y Polonia, detectaron comunicaciones y se las trasladaron a los servicios de inteligencia estadounidenses. Holanda y Francia también podrían haber colaborado.
EE UU y Reino Unido tienen una estrecha cooperación en asuntos de inteligencia por medio del acuerdo de los llamados Cinco Ojos junto a Canadá, Nueva Zelanda y Australia. Según The Guardian, Australia también compartió datos sobre Trump con EE UU.
El papel británico es relevante porque en marzo la Casa Blanca acusó al GCHQ de estar implicada en las presuntas escuchas que Trump asegura, sin pruebas, que tuvieron lugar durante la campaña en su torre en Nueva York por orden del presidente Barack Obama. La acusación, basada en la opinión de un comentarista televisivo, provocó la queja del GCHQ y del Gobierno británico, que negaron tajantemente cualquier implicación.
La sombra rusa de Trump no ha dejado de alargarse en los últimos meses. Michael Flynn dimitió en febrero como consejero de seguridad nacional después de descubrirse, por unas conversaciones grabadas por EE UU, que mintió sobre sus contactos con el embajador ruso en Washington. Esta semana se ha sabido que el FBI obtuvo el pasado verano una orden judicial secreta para poder investigar a un asesor del republicano porque consideraba que podía ser un agente extranjero trabajando para Rusia.
La CIA eleva el tono
Por otra parte, en un coloquio este jueves en Washington, el director de la CIA, Mike Pompeo, arremetió contra WikiLeaks. “Es hora de llamar WikiLeaks lo que realmente es: un no-estatal servicio de inteligencia hostil frecuentemente alentado por actores estatales como Rusia”, dijo Pompeo, en la que ha sido la crítica más severa del Gobierno Trump a la organización de Julian Assange y una prueba más de la creciente escalada verbal de Washington con Moscú.
Durante la campaña electoral, Trump elogiaba las filtraciones de WikiLeaks y al presidente ruso, Vladímir Putin. “Amo a WikiLeaks”, dijo en octubre, un mes antes de los comicios.
En un coloquio en CSIS, un laboratorio de ideas en Washington, Pompeo recordó la conclusión de las agencias de inteligencia sobre el papel ruso en la campaña, que Trump ha cuestionado, pero evitó valorar las investigaciones del Congreso sobre posibles lazos entre el republicano y el Kremlin. “Les daremos la información que necesiten”, dijo. Las nuevas informaciones sobre el papel británico seguramente serán objeto de análisis del Congreso.
El jefe de la agencia de inteligencia calificó a Assange de “un actor extranjero malicioso que manipula la información” y se refugia en la Primera Enmienda de la Constitución, que protege la libertad de expresión. WikiLeaks publicó en marzo documentos clasificados de la CIA sobre su supuesto programa de pirateo informático.
Pompeo advirtió de que Rusia seguirá tratando de influir elecciones y pidió actuar al respecto. “Eso continuará. No es un problema nuevo. Ha ocurrido durante décadas”, dijo. “Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos, proteger la democracia americana ante esa amenaza de propaganda”.