Por todas partes brotan las iniciativas para el acopio de recursos diversos, que puedan llegar a manos de tantas familias que hoy sufren las graves consecuencias de las inundaciones que azotan gran parte de este país.
Desde entidades religiosas, hasta medios de comunicación, dan un paso al frente para romper la inercia y salir en apoyo de quienes pasan graves penurias y la sombra del dolor y la angustia arropa a sus vidas.
Esta es la respuesta normal y esperada de un pueblo como el nuestro, acostumbrado a crecerse ante la adversidad de los hermanos, inclusive de quienes viven fuera de nuestras fronteras, lo cual habla bien de nuestros valores.
Aunque el gobierno tiene mayor responsabilidad de acudir a darle la mano a los más afectados, no es una labor de su exclusividad, sino que se requiere que todos, sin importar nivel económico extendamos nuestras manos solidarias.
En especial hay que mirar hacia las zonas más desbastadas por la embestida de la naturaleza, como son Puerto Plata, Espaillat, M aria Trinidad Sanchez y el Bajo Yuna, donde los estragos son muy severos.
Hay que aportar alimentos, medicinas, ropa, zapatos, sabanas y todo cuanto pueda ayudar a mitigar un poco el drama de tantos hermanos y hermanas, que sufren serias calamidades en estos momentos terribles.
No hay excusas parea negarle a los que sufren algo, no de lo que nos sobra sino de aquello que necesitamos, ya que ahí es donde más significado tiene practicar la solidaridad que siempre ha sido la divisa principal de este pueblo.