SANTO DOMINGO. El embajador dominicano ante el Reino Unido, Federico Alberto Cuello Camilo, envió una carta a Diario Libre en la que explica la situación del alquiler en donde se encuentran la sede de la República Dominicana en el Gloucester Square No. 8, en Hyde Park, Westminster.
Cuello Camilo sostiene que a pesar de que la residencia está valorada en 11 millones de libras esterlinas, la embajada solo está pagando el alquiler y que de lo que se trata es de un conflicto entre el propietario del suelo y de la vivienda, así como una política discriminatoria que está obligando a países latinoamericanos a mudar sus sedes en la ciudad.
“En una nota aparecida en el vespertino “Evening Standard” precisamente en el día de nuestra independencia nacional, se cita al Dr Allen Zimbler, Presidente de Hyde Park Estates Association, entidad que representa los intereses inmobiliarios de la iglesia Anglicana. La entidad que dirige el Dr Zimbler es propietaria de los terrenos donde se encuentra el local de la embajada. El local, en cambio, es propiedad de la familia Sohail. Mientras uno se opone a la presencia de nuestra embajada sobre sus terrenos, la otra no tiene la más mínima objeción”, sostiene el embajador en la carta.
“Se alega en la nota del Standard que llevamos tres años en el local, cuando la realidad es que sólo llevamos 16 de los 36 meses de duración del contrato de alquiler. Se alega también que nuestra presencia en el local acarrea problemas con los parqueos de los demás inquilinos. Precisamente para evitar cualquier problema pagamos por dos parqueos diplomáticos, no pudiendo disfrutar de este privilegio por no haber recibido todavía la autorización de planificación del Consejo de Westminster”, señala el diplomático al tiempo de indica que “En todo caso, por la cercanía a dos importantes estaciones de tren (Paddington y Lancaster Gate) y sobre todo por suministrar servicios consulares en línea, es nulo el impacto de nuestros visitantes sobre los parqueos”.
Por Federico Alberto Cuello Camilo
Embajador de la República Dominicana
Ante el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte
República Dominicana ocupa desde el 1 de septiembre de 2016, por autorización del Canciller Miguel Vargas, un local digno de la importancia que tienen nuestras relaciones con el Reino Unido, país que para 2015 ya era nuestro principal mercado bilateral en la Unión Europea y que desde 2017 nos manda más turistas que España. Pese a ello, el alquiler que pagamos no difiere del de nuestras embajadas en otras ciudades comparables.
Por largo tiempo República Dominicana ocupó locales dignos en esta ciudad. Quizás el mejor haya sido la vieja casa del ex-Primer Ministro Neville Chamberlain—el apaciguador de Hitler, predecesor de Winston Churchill—, en el exclusivo Eaton Square del barrio de Belgravia, cuya biblioteca nutrió las horas de lectura de nuestro embajador Julio Vega Battle y de esos hijos que desde entonces nos han dejado tantas publicaciones memorables.
Desafortunadas declaraciones de funcionarios dominicanos durante la guerra de las Malvinas llevaron a la Primera Ministra Margaret Thatcher a cerrar su embajada en Santo Domingo, conllevando la aún más desafortunada decisión de cerrar nuestra embajada en Londres, en vez de bajarle el nivel, sin llegar a perder el local que entonces ocupaba quien había llegado a ser el Decano del cuerpo diplomático, nuestro embajador Alfredo Ricart.
No fue sino hasta 1998 que República Dominicana recuperó una presencia permanente en Londres, ocupando un local cuya única ventaja era su reducido precio. La ola especulativa que pese al Brexit todavía se deja sentir llevaron al propietario a pretender, a finales del año 2015, triplicarnos el alquiler mensual, lo cual no sólo no se justificaba sino que habría sido imposible cubrir con nuestra dotación.
Luego de recibir autorización del entonces Canciller Andrés Navarro, procedimos a buscar por largos meses dónde reinstalar nuestra embajada. El único que aceptó acogernos, de las decenas de locales visitados, fue el que actualmente ocupamos, localizado en Gloucester Square No. 8, a unas dos cuadras de la Embajada de Sri Lanka, no muy lejos de la de Guatemala, la de Guyana y del local que antes ocupábamos.
No es esta la primera vez que me toca mudar una embajada. También en Ginebra y en Bruselas debí actuar para asentar nuestra presencia diplomática conforme al rol activo y efectivo que jugamos en el escenario internacional, en particular por nuestra habilidad para llevarnos bien con todos y ganarnos su respeto como mediadores o como voceros.
A diferencia de esos otros destinos diplomáticos, sólo en Londres es necesario que el Secretario de Relaciones Exteriores confiera por escrito la inmunidad diplomática que regirá sobre el local (y sobre la residencia, usualmente separada de la embajada); y que el Consejo de la municipalidad en la que se encuentra el local autorice el uso que se quiere dar al mismo: el llamado permiso de planificación (“planning permission”).
Ya desde antes de tomar posesión del local, en su carta del 4 de mayo de 2016 otorgándole la inmunidad diplomática, el Secretario de Relaciones Exteriores la vinculaba a la obtención del permiso de planificación, lo cual procedimos a solicitar nueve días después, apoyados en los servicios especializados.
Desde entonces esperamos la decisión del Consejo de Westminster, decisión que seguro nos será desfavorable por la oposición de poderosos intereses, pese al bajo impacto de nuestras labores para el barrio o a la revalorización del local que ha significado nuestra instalación en el mismo, luego de llevar más de dos años desocupado.
En una nota aparecida en el vespertino “Evening Standard” precisamente en el día de nuestra independencia nacional, se cita al Dr Allen Zimbler, Presidente de Hyde Park Estates Association, entidad que representa los intereses inmobiliarios de la iglesia Anglicana.
La entidad que dirige el Dr Zimbler es propietaria de los terrenos donde se encuentra el local de la embajada. El local, en cambio, es propiedad de la familia Sohail. Mientras uno se opone a la presencia de nuestra embajada sobre sus terrenos, la otra no tiene la más mínima objeción.
Se alega en la nota del Standard que llevamos tres años en el local, cuando la realidad es que sólo llevamos 16 de los 36 meses de duración del contrato de alquiler.
Se alega también que nuestra presencia en el local acarrea problemas con los parqueos de los demás inquilinos. Precisamente para evitar cualquier problema pagamos por dos parqueos diplomáticos, no pudiendo disfrutar de este privilegio por no haber recibido todavía la autorización de planificación del Consejo de Westminster.
En todo caso, por la cercanía a dos importantes estaciones de tren (Paddington y Lancaster Gate) y sobre todo por suministrar servicios consulares en línea, es nulo el impacto de nuestros visitantes sobre los parqueos.
Si hay problemas con los parqueos no son causados por la embajada, sino por los vehículos de los contratistas que realizan interminables remodelaciones en locales vecinos.
¿Qué problemas le puede generar a un barrio una embajada que trabaja de 9am a 4pm, que ha embellecido el interior y fumigado contra plagas? ¿Que paga puntualmente su alquiler y que dista mucho de ser la única embajada del barrio?
Respetuosos de las tradiciones ancestrales de un país en el que todavía—desde la edad media—la propiedad de la tierra no necesariamente coincide con la propiedad de las edificaciones, República Dominicana acatará la decisión del Consejo de Westminster, sea cual sea, pese a dejarnos el mal sabor de un trato discriminatorio apoyado en el uso sesgado de los medios. Al hacerlo, reiniciaremos la búsqueda de otro local, en la compañía de Costa Rica, Panamá, Nicaragua y tantos otros países que también están siendo presionados para mudar sus embajadas en Londres.