SANTIAGO, República Dominicana.– A la hora en que el sol apenas despertaba sobre el Estadio Cibao, el destino cerró un capítulo dorado de la narración deportiva dominicana, este miércoles 12 de febrero. Allí, donde sus voces vibraron durante décadas, Mendy López y Juan José Tejada regresaron en un último viaje, no para relatar el juego, sino para ser la historia misma.
El féretro de Mendy, cruzó la entrada principal a las nueve en punto de la mañana, como si aún siguiera la disciplina del diamante. Nueve minutos después, en un guiño del azar o del destino, el de Tejada le siguió. En la casa de las Águilas Cibaeñas, donde su eco se hizo inmortal, fueron recibidos con un silencio sobrecogedor, de esos que solo se reservan a los héroes.
En el lobby del estadio, pantallas gigantes resucitaron el arte de Mendy. Allí estaba su voz, hilvanando la emoción de cada jugada con la cadencia de un poeta. Era como si la magia del béisbol se resistiera a dejarlo ir.
“Su muerte ha tocado las fibras más sensibles de la fanaticada aguilucha”, confesó con pesar Winston “Chilote” Llenas, con la mirada perdida en el tiempo. A su lado, Miguel Tejada revivía los días en que, de niño, se colaba en el estadio para oír a Mendy transformar una jugada en una epopeya.
El homenaje fue un conjuro de memoria y duelo, de gratitud y despedida. Cuando el cortejo fúnebre emprendió su última ruta, los aplausos rompieron el silencio, como un intento desesperado de retenerlos un instante más.
El cuerpo de Mendy López encontrará descanso en el cementerio municipal de la 30 de Marzo al mediodía, mientras que Juan José Tejada sería sepultado en la tarde. Pero en el Estadio Cibao, donde el béisbol es un credo, sus voces seguirán narrando cada jugada en el murmullo del viento.