En el Palacio Nacional resuena el eco del opíparo desayuno del martes en el Listín donde el presidente de la Junta Central Electoral, Roberto Rosario, presentó un panorama sombrío de la eventual reelección de Danilo Medina, mientras el propio Danilo Medina aguarda por un fuerte movimiento social que le catapulte a otro período continuado en el poder.
A lo lejos, los obstáculos presentados por Rosario en el camino de la reelección lucen insalvables, pero se trata de una ilusión óptica de quien desea ver el vaso medio vacío, una ruta llena de abrojos y con todos los peligros acechando a sus veras, sin tomar en cuenta el fuerte movimiento social que quiere reeditar a Danilo en el poder por otros cuatro años.
Para esos grupos y sectores, fundamentalmente para la instancia política aposentada en el gobierno, los obstáculos se reducen a la voluntad jerárquica del Partido de la Liberación Dominicana: si Leonel quiere, las dificultades se simplifican; si no quiere, se multiplican.
En cualquiera de los dos casos, Leonel Fernández luce entrampado en una indecisión que se lo podría llevar de encuentro: Si se opone a la reelección, pierde; si favorece la reelección, pierde. Su disyuntiva es determinar en cuál de los escenarios esas pérdidas se reducen para potenciar su regreso, valorando si eso ocurrirá en el dieciséis o en el veinte.
Conspiración del tiempo
Contraria a la apreciación del doctor César Pina Toribio sobre el tiempo para votar una reforma constitucional, los plazos, por sugestivos más que reales, favorecen a Danilo y conspiran contra Leonel en tanto Danilo mantenga tan elevados niveles de aceptación popular.
La llamada “presión social” ha comenzado a ejercer influencia en el leonelismo, donde sólo algunos desorejados insisten en la inviabilidad de la reforma constitucional que instaure el modelo electoral norteamericano que permite a los presidentes en ejercicio reeditarse para un segundo período consecutivo.
A la larga, ese modelo terminará beneficiando a Leonel no sólo porque le abriría la opción de volver al poder por otros ocho años a partir del 2020, sino porque le evita una confrontación en su partido en la que él, Leonel, no tiene nada qué ganar y sí mucho qué perder.
Más que eso, lo saca por el momento de una confrontación con sectores poderosos opuestos a su regreso en las actuales coyunturas, y que por todas las vías posibles hacen saber sus preferencias y no ocultan sus buenas migas con el Presidente Medina, con quien se sienten cómodos y seguros.
La alternativa que les queda es marchar con la incertidumbre de una oposición que no logra unificar criterios ni siquiera en su propia disidencia, tal el caso del Partido Revolucionario Moderno, donde sus dos fundadores, Hipólito y Abinader, están enfrentados por la nominación presidencial de una organización que ni siquiera acaba de constituirse.