
El presidente de Afganistán abandonó el país el domingo, uniéndose a afganos y extranjeros en una estampida que huye del avance de los talibanes y marcando el fin de un experimento occidental de 20 años destinado a rehacer el país.
Los talibanes, que durante horas estuvieron en las afueras de Kabul, anunciaron poco después que avanzarían aún más a una ciudad presa del pánico durante todo el día mientras helicópteros pasaban sobre sus cabezas para evacuar al personal de la embajada de Estados Unidos. El humo se elevaba cerca del complejo mientras el personal destruía documentos importantes. Varias otras misiones occidentales también están sacando a su gente.
Los civiles, que temen que los talibanes vuelvan a imponer el tipo de gobierno brutal que prácticamente eliminó los derechos de las mujeres, se apresuraron a abandonar el país también, haciendo fila frente a los cajeros automáticos para retirar los ahorros de toda su vida. Los más pobres, que dejaron sus hogares en el campo pensando que en la capital era más seguro, permanecían por miles en parques y espacios abiertos por todo Kabul.