SANTO DOMINGO. Rubén Blades regresó 12 años después con un concierto con el que agradeció tantos años de espera. El Palacio de los Deportes casi lleno, aplaudió, coreó y gozó más que si fuese un partido de la NBA.
“Cantos y cuentos urbanos”, que así se llama el concierto, significó un alto de pocas horas en el proceso de filmación del filme “Manos de piedra”. Lo de cuentos tenía que ver con el proceso de creación de cada tema, una breve narración donde echaba a andar los recuerdos. Esto apoyado con una narración visual atractiva (de las mejores vistas por aquí) sobre un montaje de pantallas en secciones en media luna piramidal.
El poeta arrancó “Buscando América”, y con el apoyo de un cómic habló de “Decisiones”. Se fue soneando a “Las calles”. Y como estaba bien social, saludó “a mi amigo Junot Díaz, que pisó unos cayos por aquí”, y también a Robi Draco Rosa “estamos contigo”, y agradeció a Ariel Rivas, “dominicano quien nos ha ayudado muchísimo”.
Hizo una reverencia y aseguró que en 12 años (el tiempo que se tardó en venir) “no estaré haciendo esto, les aseguro”.
Se cuenta por ahí que el salsero panameño estaría preparándose para aspirar a la Presidencia de su país, una vez más. Casi seguro que para ello contará con mucho apoyo de importantes artistas, como Calle 13.
Reinició la marcha con “Por tu mala mañana” y siguió con “Vale más un guaguancó”.
Blades estaba, como casi siempre, vestido adustamente -traje oscuro, camisa negra y un sombrerito oscuro ñuñuñú- y entonces dijo que andaba “Vendiendo guayabas”.
La banda, afinada y compacta como pocas, era un monolito. En “Juan Pachanga” hubo solos de teclado y luego de bongóes.
Siguiendo con temas de Tite Curet Alonso, ese gran compositor puertorriqueño ido hace ya unos 12 años, propuso su “Plantación adentro”.
Blades expresó que “el futuro es amor”, y por ello hizo “Amor y control”. Así fue viajando como un Tom Wolfe de la salsa por las sustancias de lo íntimo y lo social.
En esa cuerda llegó el momento de brindar “El Padre Antonio y el monaguillo Andrés” donde puso al público de pie.
Después de “Caína” y del álbum Buscando América, hizo “Todos vuelven” (todos vuelven a la tierra donde nacieron/ al embrujo incomparable de su sol”).
Hizo un homenaje a Héctor Lavoe con “El Cantante”. Le cantó a su primer amor en NYC “Paula C.”.
De José Feliciano cantó la muy ovacionada “Yo puedo vivir del amor”. Dos horas después de haber iniciado el concierto, Blades, a los 65 años, juega con las graves y las agudas como un muchacho. Realizó un homenaje a los soneros cubanos con “Camaleón” donde hace dos voces.
Del muy interesante álbum “Agua de luna”, donde Gabriel García Márquez tuvo tanto que ver cantó “Ojo de perro azul” (a la hora de la verdad de qué color es tu mentira). Otra vez con Tite Curet, “La palabra adiós”, y aunque no estaba en el programa no pudo dejar de hacer “Maestra vida”, y luego “Pedro Navaja”, ya de pie y ovación. Eran las 12:44 de la noche. Dos horas y cuarenta después seguía con la voz intacta.