Las fuerzas armadas de Zimbabue tomaron el control de la capital y de la televisora estatal el miércoles y retenían al presidente Robert Mugabe y su esposa, en lo que parecía ser un golpe de estado.
Los militares, sin embargo, se esforzaban por convencer al público de que no habían tomado el poder y de que sólo deseaban iniciar un proceso para el restablecimiento de la democracia.
Aun así, todo indicaba hacia que había llegado el fin de los 37 años de gobierno de Mugabe quien, a sus 93 años de edad, es el jefe de estado más longevo del mundo.
El ejército calificó la movilización de “correctivo incruento”. Sudáfrica y otros países vecinos enviaron emisarios para dialogar con Mugabe y con los generales y tratar de asegurar de que la transición sea pacífica.
Soldados en vehículos blindados se apostaron en puntos clave de la capital, Harare, mientras los zimbabuenses formaban largas filas en los bancos para retirar el límite de efectivo disponible, una tarea rutinaria ante la crisis financiera que atraviesa la nación africana. La gente recurría a sus celulares para informarse sobre la toma de poder del ejército y otros acudían a sus trabajos o a comprar.
Félix Tsanganyiso, quien vendía celulares en Harare, dijo que se mantenía informado de la situación gracias a WhatsApp.
“Pero sigo sin estar actualizado”, comentó. “Hasta ahora, todo bien, voy haciendo lo que hago y nadie me ha molestado. Mi esperanza es que quien sea que termine en control, que arregle la economía, no podemos seguir viviendo así”.