¿Por qué existen padres y madres que maltratan a sus hijos? Para Jorge Barudy, psiquiatra e investigador chileno, la respuesta es obvia: “Los padres maltratan a los hijos porque no aprendieron a tratar bien, porque ellos no fueron bien tratados”.
Según el experto, la ciencia ha demostrado que el ser humano está genéticamente dotado con los recursos necesarios para ofrecer una crianza adecuada; no obstante, la forma de hacerlo (“la parte más instrumental de hacerlo”), se aprende y depende de los contextos.
“A ser padres -expresa Barudy- se aprende siendo hijos”.
No obstante, aclara que en este ámbito no se puede generalizar como se hizo en la década de 1970 y 1980, antes de que comenzara a emerger el tema de la resiliencia, que explica por qué existen niños y niñas abusados que, al llegar a la adultez y asumir el rol de padres, no replican el modelo de crianza que vivieron.
“No todos los niños y niñas maltratados se transforman en padres maltratadores, pero todos los padres maltratadores y las madres maltratadoras tuvieron una infancia de niños o niñas maltratados”, afirma Barudy. ((“Todos los padres maltratadores tuvieron una infancia de niños o niñas maltratados”, afirma el psiquiatra Jorge Barudy.
((Experto
Jorge Barudy
Es psiquiatra infantil, psicoterapeuta y terapeuta familiar. Sobrevivió a la cárcel y la tortura en su natal Chile y vivió como exiliado en Bélgica, donde se formó profesionalmente e hizo la mayor parte de su trabajo e investigaciones. Desde 2000 reside en Barcelona, España.
Estuvo en el país para impartir docencia en la Maestría en Psicología Clínica Infantil y Adolescente, ofrecida en la PUCMM en cooperación con la Universidad Católica de Lovaina (UCL), de Bélgica.
‘El patrimonio de la humanidad es la niñez’
Cuando al psiquiatra Jorge Barudy le ofrecieron dirigir en Bélgica un equipo que tenía como tarea la detección e intervención en casos de maltratos infantiles, el profesional chileno dio inicio a una trayectoria que lo ha llevado a definirse como un “activista de la infancia”.
Trabajando con padres y madres maltratadores, Barudy y su equipo se plantearon una pregunta: ¿por qué existen progenitores que hacen daño a sus hijos? Y esta interrogante los condujo a otra no menos relevante: ¿por qué la mayoría de los humanos desea, y muchos de hecho logran, tratar bien a sus retoños?
De las investigaciones que siguieron surgió el libro “Los buenos tratos a la infancia”, en el cual Barudy y su equipo plantean que el ser humano posee todos los recursos necesarios para tratar bien a sus crías y sacarlas adelante incluso en situaciones extremas.
Su planteamiento parte del hecho fundamental de que, entre todas las crías del reino animal, la que nace con mayor inmadurez, vulnerabilidad y dependencia es la humana. Por tanto -dedujeron los expertos- la naturaleza debió habérselas arreglado para que los humanos tuvieran los recursos genéticos que les permitieran atender a sus pequeños.
La explicación, señala Barudy, se encuentra en la neurofisiología: “Hay una predisposición a cuidar a una cría y tiene que ver con la capacidad del cerebro de producir hormonas bastante conocidas hoy como la oxitocina, vasopresina, prolactina y las endorfinas”.
Estas hormonas, que el psiquiatra denomina “hormonas del cuidado”, hacen que el humano sienta placer al ver, acariciar, cantar o cuidar a un bebé.
“Estos mediadores neurofisiológicos los producen los hombres y las mujeres”, afirma Barudy.
La oxitocina, conocida popularmente como “la molécula del amor” y que la mujer libera en grandes cantidades al amamantar, dota a la madre de un recurso biológico para cuidar de sus hijos.
“Una hormona -dice, por tanto, Barudy- ha salvado a la humanidad”.
Cuidador competente
El hombre no puede escudarse en la biología para desentenderse del cuidado de sus vástagos. Al convertirse en padre, el varón libera vasopresina, una hormona que le da la misma “emocionalidad cuidadora”.
Un hombre no puede embarazarse, dar a luz o amamantar, pero cuenta con la capacidad necesaria para criar a sus hijos; no obstante, dice Barudy, ha sido condicionado culturalmente para pensar que esta tarea corresponde a la mujer y esa idea se convierte en un obstáculo que le priva de gozar su paternidad.
Respecto a los planteamientos de que en los primeros años de vida solo la madre resulta imprescindible a fin de que un pequeño tenga un desarrollo sano, Barudy plantea que se trata de “una ideología” y no del resultado del conocimiento científico.
“El niño lo que realmente necesita es un cuidador o una cuidadora competente”, agrega el psiquiatra infantil con 40 años de experiencia y múltiples investigaciones en su haber.
Y esa competencia la da, aparte de la neurofisiología, el modelo de crianza bajo el cual crece la persona: quien recibe buenos tratos en la infancia tratará bien a sus hijos; quien sufre maltrato puede repetir ese mismo modelo o, en caso de que pase por un proceso de resiliencia, romper la cadena.
Por eso Barudy dice que, en lugar de sancionar y castigar, el Estado debe crear políticas públicas para acompañar y apoyar a esos padres y madres que no conocieron modelos de crianza positivos, a fin de que puedan cambiar.
“Si los Estados quieren una mejor humanidad, si los gobernantes quieren una mejor humanidad, tienen que seguir invirtiendo dinero en esto que es fundamental y no dándole prioridad a otro tipo de inversiones que son superfluas en relación con esta, porque el patrimonio de la humanidad es la infancia”, expresa.
Lamenta que América Latina, a diferencia de los países del norte de Europa que hace años se dieron cuenta de la necesidad de invertir en el bienestar de la niñez y la familia, no cuente con plataformas políticas que pongan a la infancia en primer lugar.
Etapa crucial
Barudy dice que recientes investigaciones han determinado que entre cero y 12 meses, un niño necesita una figura de apego lo más permanente posible, y por eso países desarrollados plantean ahora el retraso del ingreso de los bebés a las guarderías.
Según el psiquiatra, autor e investigador, el período de gestación y los tres primeros años de vida resultan cruciales para el ser humano, aunque eso no significa que pasado este tiempo todo esté perdido.
“Todo se puede reparar”, asevera, mas el daño sufrido en esa etapa, conocido como trauma temprano y que surge de agresiones y carencias afectivas, deja huellas “que no determinan la vida, pero te pueden complicar la vida”.
Barudy afirma que la carencia afectiva y las experiencias de negligencia desde la vida intrauterina tienen un impacto psicológico y neurológico tan grave como un traumatismo encefalocraneano producido al caer de un segundo piso. Acarrea problemas de conducta y de aprendizaje, dificultades para emprender un proyecto de vida constructivo y se relaciona con el consumo de drogas y alcohol.
Y hay más. De acuerdo con el experto, entre la falta de cariño en la primera infancia y el embarazo en la adolescencia existe un lazo “probadísimo y comprobadísimo”.
El afecto masculino se constituye en uno de los recursos que la adolescente usa para calmar el dolor que le produce la idea de no haber sido “querible”, “porque la duda fundamental no es que no me quieran, sino no haber sido ‘querible’, es decir, algo tengo yo que hizo que no me quisieran”.
Las heridas emocionales sufridas durante los primeros años de vida tendrán un efecto menos invalidante si el pequeño encuentra en su camino tutores de resiliencia que le brinden apoyo y afecto.
“Sin afectividad y amor no hay ninguna posibilidad de revertir el daño que te han hecho”, concluye Barudy.