WASHINGTON.- El peso de los problemas del mundo podría empezar a caer sobre los hombros de Donald Trump.
De pie en el soleado Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, el presidente dijo el miércoles que el grotesco ataque con armas químicas en Siria ha cambiado su manera de ver un conflicto que previamente había dicho quería mantenerse alejado. Lamentó las muertes de las víctimas más jóvenes —”niños inocentes, bebés inocentes”— y dijo que la brutalidad “cruzó demasiadas líneas”.
“Ahora es mi responsabilidad”, declaró.
Las palabras del mandatario están lejos de ser una declaración de que pretende tomar acción, y evitó de manera notable discutir sobre opciones de represalias que estaría dispuesto a considerar. Al final, su retórica bien podría caer dentro de la letanía de fuertes críticas al presidente sirio Bashar Assad, que realizaron Barack Obama y otros líderes mundiales que no hicieron mucho más por dar fin a una guerra civil que se ha desarrollado por seis años.
Sin embargo, la disposición de Trump para aceptar que ahora carga con parte de la responsabilidad en un conflicto lejano marcó un momento importante para el presidente de “Estados Unidos Primero”, que ha prometido enfocarse únicamente en los intereses del país. Sus comentarios también dejaron entrever una creciente consciencia de que un presidente estadounidense —incluso uno tan poco convencional como él— es percibido como un defensor de los derechos humanos y el barómetro que indica el momento en que las naciones violan las normas internacionales.
El derramamiento de sangre en Siria es tan sólo uno de los irresolubles problemas internacionales que se acumulan en torno a Trump. Corea del Norte parece avanzar en su programa nuclear pese a las escuetas amenazas por parte de su gobierno. El grupo Estado Islámico aún crea caos en Siria e Irak, mientras que la revisión de estrategia estadounidense por parte del Pentágono yace en su escritorio.
Trump reconoció el miércoles que de todos los problemas del mundo, Medio Oriente es la zona que preferiría evitar. Su decisión de asumir cierto grado de responsabilidad, al menos retóricamente, fue más sorprendente si se considera su costumbre de achacar problemas grandes y chicos a cualquier otra persona que no sea él.
En público, culpa a Obama de dejarle un “desastre” y afirma que su rival electoral, Hillary Clinton, está detrás de la serie de revelaciones que posiblemente vinculan a su campaña con Rusia. En privado, reprende a su equipo por no poder arreglar las crisis autoinfligidas que han azotado a la Casa Blanca, incluyendo su par de restricciones migratorias que han sido bloqueadas por las cortes y su incapacidad para aprobar una ley de seguros médicos.
Inicialmente, Trump tomó esa misma postura de responsabilizar a los demás al hablar del ataque mortal en Siria. En un breve comunicado emitido el martes, dijo que la masacre fue “consecuencia de la debilidad y falta de determinación del gobierno anterior”, que trazó una línea roja y luego reculó.
Su nueva postura bien pudo haber sido moldeada por el hecho de que hizo sus declaraciones después de reunirse con el rey Abdullah de Jordania, un país que ha cargado con la mayor parte de la crisis de refugiados generada por la guerra en Siria.
Jordania es uno de los socios más importantes de Washington en la región.
Abdullah recibió con entusiasmo la condena de Trump al ataque con armas químicas. Durante una conferencia de prensa conjunta, dijo a Trump: “Creo que con su liderazgo podremos desembrollar esta complicada situación”.
Eliot Cohen, un crítico de Trump que trabajó en el Departamento de Estado durante el gobierno de George W. Bush, dijo que lo haya querido o no, Trump se ha colocado en la misma posición que Obama al generar expectativas de acción.
“La gran ironía aquí es que podríamos ver muchos de los mismos fracasos del gobierno de Obama, aunque con un estilo distinto”, dijo Cohen.