CIUDAD DEL VATICANO. El Sumo Pontífice condenó hoy duramente las guerras, fruto de un “orgullo reincidente y absurdo”, y todas las ofensas a la vida que causan “degradación humana, social y ambiental”, en su última homilía del año en el Vaticano.
“Las guerras son el signo flagrante de este orgullo reincidente y absurdo. Pero también lo son todas las pequeñas y grandes ofensas a la vida, a la verdad, a la fraternidad, que causan múltiples formas de degradación humana, social y ambiental”, dijo el papa Francisco ante miles de fieles que asistieron a la misa.
El pontífice argentino se expresó en estos términos durante la homilía que pronunció con motivo de la celebración de las primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, un acto solemne en el que se entonó el “Te Deum”, canto del tradicional himno de agradecimiento por la conclusión del año.
En la basílica de San Pedro del Vaticano, el papa rechazó las “obras de muerte, mentiras e injusticias” que generan heridas en el mundo y subrayó que el ser humano debe asumir la responsabilidad que tiene en todas ellas.
En esta ceremonia de agradecimiento por el fin del 2017, Jorge Bergoglio también tuvo palabras de elogio especialmente hacia aquellas personas que “viven con el corazón abierto” y que favorecen la convivencia con “pequeños pero preciosos gestos concretos” que realizan en su vida diaria.
Estos “artesanos del bien común”, como los llamó Bergoglio, “aman su ciudad no con palabras sino con hechos” y “ayudan silenciosamente al bien común”, sin discursos, sino “con un estilo de educación cívica”.
Son, por ejemplo, aquellos que cumplen “lo mejor posible su deber”, conducen “con sabiduría y prudencia, respetan los lugares públicos, señalan cosas que no funcionan y prestan atención a las personas mayores o en dificultad”.
Mención especial dedicó a “los padres, maestros y todos los educadores” que forman “a los niños y jóvenes en un sentido cívico, en una ética de responsabilidad”, y les inculcan interés por “la realidad que los rodea”.
Entre todas estas personas, prosiguió Francisco, hay muchas que “se encuentran en condiciones de dificultades económicas”, pero que, en vez de llorar o albergar “resentimientos y rencores”, “se esfuerzan por contribuir cada día a mejorar un poco las cosas”.
La ceremonia comenzó poco antes de las 17:00 hora local (16:00 GMT), cuando el papa avanzó en procesión hasta los pies del altar mayor, donde se mantuvo durante unos instantes en silencio frente a una imagen del Niño Jesús.
Una vez pronunciada su homilía, Francisco permaneció sentado, en oración durante varios minutos.
La ceremonia duró poco más de una hora y pasadas las 18:00 locales (17:00 GMT) el canto navideño “Adeste fideles” dio por finalizada la misa.
Posteriormente, el papa argentino salió de la basílica y se dirigió a pie a la plaza de San Pedro, escoltado por miembros de seguridad, para poder rezar ante el abeto y el Portal de Belén, que este año se ha inspirado en las obras de misericordia.
Instalados como cada año durante el periodo navideño, el abeto rojo procede en esta ocasión de Polonia, mientras que el Belén ha sido ofrecido por la Abadía de Montevergine, en el sur de Italia.
Allí le esperaban numerosos fieles que no pudieron asistir a la misa y que aguardaron al pontífice tras las barreras de seguridad para poder saludarlo y recibir su bendición.
Francisco se paró a saludar a varios niños e intercambió algunas palabras con los fieles congregados, mientras que estos coreaban su nombre y le tomaban fotos para el recuerdo.
La agenda del papa Francisco continúa mañana, cuando presidirá su primera misa del 2018, el mismo día en el que Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Paz, esta vez dedicada a los inmigrantes y refugiados.