En una Plaza de San Pedro abarrotada de fieles, sobre todo jóvenes que quisieron celebrar en Roma la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco celebró el Domingo de Ramos y recordó que ante las calumnias siempre hay que mirar a la Cruz.
“La liturgia nos invitó a hacernos partícipes y tomar parte de la alegría y fiesta del pueblo que es capaz de gritar y alabar a su Señor; alegría que se empaña y deja un sabor amargo y doloroso al terminar de escuchar el relato de la Pasión”, explicó el Santo Padre.
Sobre la alegría de Jesús al entrar en Jerusalén y cómo fue acogido por parte del pueblo, el Pontífice señaló que “resulta incómoda y se transforma en sinrazón escandalosa para aquellos que se consideran a sí mismos justos y ‘fieles’ a la ley y a los preceptos rituales”.
“Alegría insoportable para quienes han bloqueado la sensibilidad ante el dolor, el sufrimiento y la miseria. Alegría intolerable para quienes perdieron la memoria y se olvidaron de tantas oportunidades recibidas”.
Francisco habló luego de aquellos que más tarde defendieron que el Señor fuera crucificado, un “grito armado, producido, que se forma con el desprestigio, la calumnia, cuando se levanta falso testimonio”.
“Es la voz de quien manipula la realidad y crea un relato a su conveniencia y no tiene problema en ‘manchar’ a otros para acomodarse. El grito del que no tiene problema en buscar los medios para hacerse más fuerte y silenciar las voces disonantes”.
Pero también “el grito que nace de ‘trucar’ la realidad y pintarla de manera tal que termina desfigurando el rostro de Jesús y lo convierte en un ‘malhechor’”.
“Es la voz del que quiere defender la propia posición desacreditando especialmente a quien no puede defenderse”.
“Frente a todos estos titulares –dijo el Papa– el mejor antídoto es mirar la cruz de Cristo y dejarnos interpelar por su último grito” porque “Cristo murió gritando su amor por cada uno de nosotros; por jóvenes y mayores, santos y pecadores, amor a los de su tiempo y a los de nuestro tiempo”.
El Papa habló de los jóvenes y criticó que hacerlos callar “es una tentación que siempre ha existido”, como por ejemplo, “los mismos fariseos que increpan a Jesús y le piden que los calme y silencie”.
“Hay muchas formas de silenciar y de volver invisibles a los jóvenes. Muchas formas de anestesiarlos y adormecerlos para que no hagan ‘ruido’, para que no se pregunten y cuestionen”.
Antes de concluir, el Papa invitó a los jóvenes precisamente a “no quedarse callados” porque “si los demás callan, si nosotros los mayores y los dirigentes callamos, si el mundo calla y pierde alegría, les pregunto: ¿Ustedes gritarán?”.