Caracas, 24 de Diciembre (EFE).- El Niño Jesús no llevará regalos a muchos de los hogares de escasos recursos de Venezuela, pese a los millones de juguetes que el Gobierno de Nicolás Maduro ha asegurado que repartirá en todo el país, pues las familias dicen sentirse abandonadas y sumergidas en la crisis económica y social.
La inflación cerrará 2017 en más del 2000 %, según el Parlamento venezolano, y las posibilidades de que el Niño Jesús no desvíe sus esfuerzos hacia la compra de alimentos, medicinas o ropa es cada vez más complicada, una realidad que empeora cuanto más humilde es la familia o la zona de la capital.
Al barrio 5 de julio de Petare, la megafavela que inunda los cerros del este de la capital venezolana, se accede después de serpentear varios minutos por carreteras por las que apenas pasan dos autos pequeños al cruzarse y tras superar una pendiente solo apta para escaladores.
En una de las casas de ladrillos vive Paula Navas, una mujer menuda cuya apariencia frágil engaña- crió sola a siete hijos propios y dos más de los que se tuvo que hacer cargo. El último de ellos es Sofía, su nieta de cuatro, de la que se responsabilizó tras la muerte este año de su madre por, dice entre sollozos, “falta de insulina”.
“Este año no hay nada, de verdad que no hay nada. Los juguetes de los niños, eso es mentira que le llegaron por los consejos comunales. Todo lo que han dicho es mentira”, afirma Navas sobre el anuncio de Maduro de la entrega de juguetes a través de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Los CLAP fueron creados el año pasado para que las ventas de comida subsidiada casa por casa se organicen a través de las comunidades, un sistema que se amplió después con el ‘Carnet de la Patria’, un censo paralelo que ya es indispensable para acceder a varios beneficios sociales.
Y mientras el Gobierno dice que la escasez de juguetes es culpa de una “guerra económica” en su contra, desde el Consejo Nacional del Comercio señalan que las pocas importaciones que se hacen son a través del dólar paralelo, 40 veces más alto que el oficial, controlado por el Ejecutivo. Sentada en la entrada de su casa de ladrillo y techo de metal, Navas reconoce los problemas para que el Niño Jesús pase por su hogar a no ser que llegue ayuda desde los CLAP.
“Hay muchas mamás que me han preguntado cómo vamos a hacer, que no hay juguetes para los niños”, cuenta. Sin embargo, la solidaridad de los habitantes de los barrios venezolanos a pesar de la acuciante situación económica y falta de alimentos sale a relucir a cada instante, donde se ofrece café a los visitantes y los vecinos se protegen.
Asegura que si el Niño Jesús le deja un regalo a Sofía no le permitirá que lo saque de la casa “porque eso es demasiado frustrante para los demás niños que no tienen ni siquiera muchas veces para comer”. Uno de esos niños podría ser Reichell, Yeiderson o Luis.
Yeiderson, de 9 años, cuenta que quería un carro a control remoto pero que su madre ya le dijo que el Niño Jesús “no tiene plata”. A Reichell, de la misma edad, le regalaron un “spinner” en la iglesia cerca de su casa y asegura haber escuchado al presidente Maduro y su promesa de juguetes en el barrio. “¡Claro! Nosotros lo escuchamos todo el tiempo”, contesta risueña. Unas casas más arriba Pedro Planchart reconoce que hace semanas que tiene un Carnet de la Patria pero asegura que “no sirve para nada”.
Planchart, un hombre espigado de 65 años con un cuerpo endurecido por años de trabajo de obrero en construcciones, asegura que a pesar de los anuncios del presidente a su casa no se ha acercado “ningún integrante del CLAP” y menos por el tema de los juguetes.
Actualmente, desempleados él y su mujer, ven muy difícil que el Niño Jesús llegue a su hogar, donde viven ocho personas, incluyendo dos niños de cuatro y un año y medio. “¿Cómo pueden tener juguetes? Es que no tengo esperanza de nada”, comenta indignado. EFE