Por AGUSTÍN PEROZO BARINAS
Cuando el Estado es secuestrado como franquicia de una minoría soberbia el ciudadano común termina con sus derechos reducidos. La sociedad llega a ser rehén de algo que se puede interpretar como un Leviatán bíblico en cuyo dominio hacer política no es para los puros y en el que la razón no ilustraría a un electorado alienado.
Los tentáculos de este Leviatán someten a los que lo sostienen con los elementos más efectivos en el corazón de muchos hombres: la codicia y la vanidad. Ninguno se desliga del dinero. Son de naturaleza insaciable. Vicios parasitarios que drenan los recursos de la nación –humanos, urbanos, hídricos, costeros, forestales, económicos, ambientales, etc.– hasta exponerla a la inviabilidad.
Este engendro se regenera con vital puntualidad si su existencia es amenazada. Es ingenioso y falaz. Cuando es denunciado sentenciosamente, lo niega, como el adúltero. Luego expone sistemáticamenten sus faltas, hiperbolizándolas hasta generar apatía en la sociedad. El propio juicio de muchos ciudadanos ajenos al pillaje se nubla.
De esta manera, malversar y corromper son temas soporíferos en mentes tan martilladas diariamente que no confrontan el origen de sus males en este señorío corruptor de voluntades. Éstas se creen libres y se engañan a sí mismas con una ilusión de un mejor porvenir que nunca llega, pues sólo para los apoderados del Leviatán criollo hay provecho material a cambio de su subordinación y colaboración política en nuestra muy peculiar ‘partidocracia’, donde se reinventa y recicla, convenientemente. El camuflaje del camaleón en su hábitat simbolizaría la combinación colorida de este Leviatán y sus acólitos.
Con una mayoría mecánica el Leviatán ha habilitado todo lo desmedido e inicuo. Los ‘callados’, como marionetas, validan lo imperante pues “quien calla, otorga”. La sociedad dominicana será estirada aún más hasta que el degolladero se quiebre. Al presente vive como se le impone, con dignidad negociada, en permuta del despeñadero que está más adelante que será el cumplimiento de las obligaciones financieras del país.
Mientras la ubre otorgue, este Leviatán criollo, perseverará hasta que se le permita; incluso con coacciones y chantajes contra los cuestionamientos
legítimos a su existencia en nuestra democracia figurada. Entre tanto, continúa el endeudamiento acelerado, el deterioro de los servicios públicos, el desempleo, la delincuencia y la imposición de agregadas cargas tributarias para financiar su permanencia. En 1961 había dos millones de pobres en República Dominicana. En el 2013, cincuenta y dos años más tarde, tenemos seis millones de pobres. ¿Hay que describirle qué es un pobre? ¿Proporcionalidad? ¿Ha aumentado la población del país y el tamaño de su economía? Indudablemente, sí. Así como su pesada deuda financiera y su pobreza. Ambas condiciones han originado secuelas que gravitan en toda la sociedad mientras ostentamos letrados demagogos, como nuestro Leviatán, que coquetean en campaña con los necesitados. Hay quienes acogen a los perspicaces pensadores políticos del pasado y han adoptado aquellas teorías engañosas para gobernar y, para contrarrestarlos, hay quienes los enfrentamos. En medio de la disputa, siempre la pobreza, como una condena. Fernando Morán nos legó que: “La descripción de la pobreza no desmonta el mecanismo que la engendra”. Evaluando las peroratas de nuestro Leviatán, citemos al general Dwight Eisenhower: “Un intelectual es un hombre que usa más palabras de las necesarias para decir más de lo que sabe”. Permutemos el término intelectual por demagogo. El amor desmedido por el poder nace del miedo y de la inseguridad del ser. Nuestro Leviatán ha evolucionado bajo esa premisa con el agravante de su ego deformado por sus adláteres.
Para este Leviatán ‘entronizado en el poder’ (una tensión que también se quiebra), si señalas las manchas en el sol eres un ingrato por advertir éstas y no únicamente la luz. Pero resulta que irrebatiblemente hay manchas solares. En física, éstas tienen un origen gravito-electromagnético en la superficie solar. Pero si se escogió relacionar estas manchas con un cuestionable ejercicio del poder, entonces estas manchas no son de origen físico, sino MORAL.