El fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, se convirtió el martes en el primer miembro conocido del gabinete de Donald Trump en ser interrogado en el marco de la investigación sobre la injerencia rusa en la campaña electoral del mandatario.
El Departamento de Justicia confirmó el martes que Sessions fue cuestionado durante varias horas la semana pasada, señal de que la pesquisa liderada por el fiscal especial Robert Mueller ha llegado a las altas esferas del gobierno.
“No estoy para nada preocupado. No, para nada”, dijo Trump, al ser consultado sobre la citación a Sessions.
El propio Trump podría ser convocado por Mueller, según The Washington Post, que informó que el fiscal especial quiere llamar al presidente en las “próximas semanas” para preguntarle sobre los despidos de su asesor de seguridad nacional Michael Flynn, y del director del FBI James Comey.
Las respuestas de Trump sobre ambos casos pueden arrojar luz sobre un asunto clave: ¿obstruyó o no el mandatario la investigación sobre la posible intromisión de funcionarios rusos en la carrera por la Casa Blanca para perjudicar a la candidata rival Hillary Clinton?
Trump ha repetido innumerables veces que su equipo de campaña no actuó en connivencia con Moscú en detrimento de Clinton, ni obstaculizó las investigaciones de la justicia al respecto, pero si Mueller logra probarlo podría dar lugar a un proceso de destitución del presidente.
El Departamento de Justicia declinó dar detalles del interrogatorio a Sessions, uno de los principales asesores de campaña de Trump. Pero sus contactos con los rusos vuelven valioso su aporte a la investigación de Mueller.
Sessions admitió que se reunió con el exembajador ruso Serguei Kisliak en tres ocasiones durante la campaña, lo que le obligó a recusarse de la investigación sobre la supuesta injerencia de Moscú en la carrera presidencial, que quedó entonces en manos de Mueller.
Además, estuvo a cargo del equipo de consejeros de política exterior de la campaña de Trump, incluido George Papadopoulos, quien ya se declaró culpable de haber sostenido reuniones con funcionarios rusos para tratar de ensuciar la campaña de Clinton y haber mentido a las autoridades al respecto.
La interferencia de Moscú en los comicios de 2016, tanto en forma de piratería informática o difusión de información falsa, es clara para los servicios de inteligencia de Estados Unidos.
Pero ni la investigación de Mueller ni otras en el Congreso han logrado probar hasta ahora que hubo colaboración deliberada entre el equipo del entonces candidato Trump y funcionarios rusos.
– Los mensajes de los amantes –
Otro tema generó olas el martes en torno a la investigación de Mueller: el reconocimiento del Departamento de Justicia de haber perdido por problemas técnicos cinco meses de mensajes de texto entre dos investigadores del FBI que habían manifestado su desprecio por Trump.
El agente Peter Strzok y la abogada Lisa Page, que eran amantes, participaron en la investigación del FBI de 2016 sobre los correos electrónicos de Clinton cuando era secretaria de Estado. Esta pesquisa terminó cuando el entonces jefe del FBI Comey decidió que no había pruebas suficientes para acusarla, algo muy cuestionado por los republicanos.
En junio pasado, Strzok fue nombrado investigador principal en la pesquisa de Mueller, quien lo despidió dos meses más tarde, tras conocerse la aventura con Page y los mensajes de texto hostiles a Trump.
Pero los republicanos siguieron señalando esos intercambios como evidencia de parcialidad en el Departamento de Justicia y el FBI. Y ahora, la desaparición de los textos dio pie a los republicanos para intentar socavar la credibilidad de Mueller.
Algunos incluso alegaron encubrimiento al estilo del escándalo Watergate. Hasta Trump se refirió al tema.
“En una de las historias más importantes en mucho tiempo, el FBI ahora dice que cinco meses de intercambios entre los amantes Strzok-Page, tal vez 50.000 mensajes, han desaparecido, y todo esto en un momento de máxima audiencia. ¡Guau!”, tuiteó el presidente.
Para la oposición demócrata, sin embargo, todo esto es apenas muestra de la “desesperación” de los republicanos por los avances de Mueller.