El concepto fenómeno no tiene igual origen y contenido; los naturales tienen su origen en la naturaleza, los sociales, en el seno de la sociedad humana.
Hay fenómenos de la naturaleza que no se pueden predecir; resulta imposible, hasta ahora, vaticinar la ocurrencia de un terremoto. Un fenómeno social sí se puede prevenir; tal es el caso de los que resultan de la descomposición social, como la prostitución, la corrupción, la migración, y otros.
He expuesto las ideas anteriores para precisar que la violencia es un fenómeno social propio de sociedades humanas donde prima la desigualdad, la injusticia, la miseria, en fin, la opresión social en sus distintas manifestaciones.
En nuestro país, la forma violenta como se comportan diferentes clases y capas sociales es el resultado de la insatisfacción social, su indignación por el estado insoportable de vida material y espiritual que las condena el sistema.
No puede reaccionar igual un ser humano que disfruta de todo a pedir de boca, que aquel que no tiene a su alcance ni lo indispensable para subsistir dignamente.
No es lo mismo la forma de vida de los grupos que viven saciados y complacidos, que la de las grandes masas de hambrientos y marginados.
Las rígidas estructuras del sistema social que impera aquí traen consigo alegría, gozo y tranquilidad para unos pocos, pero aflicción, sufrimiento y desconsuelo para aquellos que son los más, el pueblo.
La violencia que hoy exhibe el medio social dominicano es un fenómeno inherente a sociedades injustas; y para que desaparezca la violencia deben desaparecer las causas que la motivan.
LA CRIMINALIDAD
La criminalidad, las drogas ilegales y la corrupción están vigentes en nuestro medio social porque el sistema que padecemos es propicio para que surjan esos vicios sociales.
Las lacras que se desarrollan en el país no son obra de la providencia, mandato divino, etéreo o sobrehumano; su caldo de cultivo está aquí, es terrenal, es cuestión del sistema que, por sus contradicciones internas, es propicio a generar crimen, drogadicción, depravación, descarrío y perversión en toda la línea.
Un orden social injusto no impulsa virtudes, honestidad o moderación, sino enviciados, tachados sociales, desenfrenados y resabiosos. Las acciones despreciables han de estar a la orden del día en sociedades en las cuales se acepta como normal la injusticia, la arbitrariedad y la depravación.
El crimen, el sicariato, el tráfico de estupefaciente, los secuestros y otros hechos criminales están presentes en el país porque el sistema bajo el cual estamos viviendo resulta adecuado a su existencia.
No bastan programas, represión y disposiciones legales para eliminar la criminalidad; se requieren medidas de fondo, no de forma. Los fenómenos nocivos en la sociedad dominicana son sistémicos, no coyunturales ni mucho menos hijos de las circunstancias.
Tráfico de estupefacientes, corrupción, sicariato, secuestros, asaltos, asociación de malhechores, en fin, todas estas acciones delincuenciales se desarrollan en la medida que se deteriora y se hace más infuncional el modelo económico decadente vigente en el país.
Si cambian las condiciones de vida materiales y espirituales de lo que en verdad se llama pueblo dominicano, de seguro se modifica el comportamiento delincuencial de muchos de nuestros conciudadanos. La desigualdad genera descontento, la pobreza indignación y la miseria delitos desbordados.
La criminalidad en nuestro país está en firme, y lo peor es que todavía no ha tocado fondo; falta lo peor. El tiempo dirá.