Por Balbueno Medina
Desde mucho antes de nuestra era Cristiana el hombre se vio en la necesidad de emigrar de su lugar de origen a otras latitudes en busca de oportunidades y mejores condiciones de vida de las que disfrutaba.
Hoy día, ese afán por lograr cosas materiales y aspiraciones de poder trascender hacia mejores estadios de progreso, se han incrementado en la población mundial y han contribuido a que el flujo migratorio hacia los países de mayor desarrollo sea cada vez más intenso.
De ahí es que observamos que en los propios países se producen esos procesos migratorios normales de gentes que se trasladan de las regiones o ciudades más pobres hacia las de mayor potencial económico, a los cuales no son ajenas nuestras naciones.
Por ejemplo, en nuestro país, Republica Dominicana, en los últimos 23 a 30 años hemos experimentado un flujo inmigratorio de los habitantes de las provincias fronterizas, que son las más depauperadas, hacia la ciudad capital y las principales ciudades del Norte y el Este del país,, que ha obligado al Estado a aprobar leyes de incentivo industrial con el objetivo de detener en parte el éxodo de esos ciudadanos.
Esa situación provocó recientemente un enfrentamiento entre la Asociación de Industriales de la Republica Dominicana (AIRD) y los representantes de la Asociación de Empresas Industriales de Incentivo Fronterizo, porque los primeros promovieron la modificación de la ley 128 que otorga ciertos beneficios a las industrias que se han instado en la zona y de acuerdo a sus criterios e intereses, han sido perjudicados con esa disposición.
No obstante, a todo lo que se ha hecho para lograr que el mayor número posible de inversionistas se instale en la región fronteriza y se permita un mejor desarrollo industrial de las potencialidades de sus provincias, cabe destacar que conforme pasa el tiempo las mismas se han ido quedando despobladas, lo que significa que la cantidad de empresas que se han ubicado en la zona no han sido suficientes para emplear a los lugareños, a pesar de las facilidades que les ha otorgado el gobierno.
Quizás eso explica el por qué pudo haber fracasado el intento de la AIRD, en lograr que se modificara la ley de Incentivo Industrial Fronterizo, porque ni siguiera los haitianos que pasan del otro lado de la frontera con Republica Dominicana se están quedando en la zona y tal y como han venido haciendo los dominicanos nacidos en las provincias de la región Fronteriza, han ido emigrando hacia los centros urbanos del Norte y del Este, donde existe un mayor desarrollo de las actividades económicas.
Esto, por demás, ha generado, en estos momentos un problema de orden social y laboral, que mantiene enfrentados a dominicanos y a haitianos por los puestos de trabajo que se disputan, ya no solo en el sector de la Construcción, sino también en la Industria Hotelera, donde los vecinos nuestros han penetrado de manera agresiva igual que en otras áreas de servicios.
Actualmente la mano de obra migratoria haitiana, predomina fundamentalmente por encima de la mano de obra nativa, en áreas como la Construcción, ventas ambulantes de tarjetas de llamadas, ventas de dulces, la agricultura y otras, situación que ha obligado a ciertos sectores nacionales a reclamarle al Ministerio de Trabajo la aplicación del Código de Trabajo en cuanto a lo que establece la proporcionalidad del empleo entre dominicanos y extranjeros en el mercado laboral criollo.
Ese instrumento legal establece que el 80 por ciento de la mano de obra de los dominicanos debe prevalecer en toda actividad laboral que se desarrolle en el país y que el restante 20 por ciento debe corresponder a los extranjeros que de manera legal se encuentren en el territorio nacional, sin embargo eso no es solamente violentado para favorecer a nuestros vecinos de la Republica de Haití, sino que en algunas ocasiones ha sido denunciado que empresas multinacionales como la Barrick Gold, ha violado esa disposición por haber llevado trabajadores de otras naciones del continente.
En fin, eso que se produce en la Republica Dominicana, se reedita en la mayoría de nuestros países, más aun en aquellos donde existen nuestras fronteras terrestres y marítimas, donde como es natural, el flujo migratorio se produce con mucha mayor intensidad hacia las naciones que exhiben mejores potencialidades económicas, sin importar las barreras que se impongan para poder penetrar a las mismas.
La migración de la mano de obra, es parte de la rotura de la aldea global y mientras más preparados estén los recursos humanos para responder a las demandas del mercado mundial de trabajo, más oportunidades tendremos de acceder al mismo y de mejorar nuestras condiciones de vida, sin importar nuestro origen o procedencia racial.
Sin embrago, debemos propiciar que nuestros Estados regularicen efectivamente las actividades productivas y la manos de obras que impulsan el desarrollo de las empresas para hacer que todos tengamos acceso a la Seguridad Social y a los derechos que nos corresponden como trabajadores, sin importar a que industria o nación le sirvamos y que se invierta en la preparacion de los recursos humanos criollos para que podamos competir exitosamente en este mercado global.