El Celta apeó al Real Madrid de la Copa del Rey, tras empatar a dos en Balaídos. El equipo de Berizzo, con más remate que fútbol, se adelantó dos veces en el marcador, gracias al infortunio de Danilo y a la puntería de Wass, pero Cristiano y Lucas Vázquez dieron esperanzas al conjunto blanco, que no se rindió nunca.
Apareció la alineación del Real Madrid una hora antes del encuentro y casi todo el mundo situó a Casemiro como compañero en el centro de la defensa junto a Sergio Ramos. Sin embargo, la lectura no era la correcta. El Madrid decidió que la defensa, de cuatro, de cinco, de tres o de dos, iba a ser secundaria. El equipo blanco demostró desde el primer minuto que, a pesar del resultado de la ida, tenía hambre de Copa. Encerró al Celta en su portería, le hizo dudar de todo su repertorio y le fue empujando hacia su portería. El equipo de Berizzo, con Guidetti y Aspas arriba, se encontraba en inferioridad numérica en la medular. Entre las arrancadas de Kovacic, la magia de Isco, la zurda de Asensio y la profundidad de Danilo, el miedo se iba apoderando de Balaídos durante la primera media hora. Cristiano Ronaldo, ahora abonado al infortunio, gozó de la doble ocasión más clara de su equipo, pero entre el larguero primero y el poste después, se fue al limbo. De Benzema no se supo nada, desaparecido en combate.
Sin embargo, el esfuerzo físico empezó a pasarle factura al equipo blanco y el Celta se encontró con la primera gran ocasión por un error grosero de Casemiro, pero a Iago Aspas se le apagó la luz. Guidetti obligó a Casilla a sacar un paradón en otra jugada directa, pero a la tercera el infortunio se cebó con Danilo, con otro gol en propia puerta, tras otra parada de Casilla al sueco. El Madrid jugó una gran media hora, pero le faltó pegada y al Celta le faltó ese gran fútbol que tiene, pero le sonrió la Diosa Fortuna.
El equipo vigués no sufría demasiado en el primer cuarto de hora de la segunda mitad y, aunque muy lejos de su fútbol hilvanado, parecía competir bien para lograr el objetivo. Sin embargo, el golazo de Cristiano Ronaldo, de falta directa, cambió el decorado y el pulso del partido. Empezaba otra película. Sergio Ramos hizo temblar Balaídos en un remate de cabeza a bocajarro, tras milimétrico pase de Kroos. Le emoción subía por momentos. El Madrid parecía agrandarse y el Celta se achicaba, muy lejos de su toque. Empezaba la nueva partida de los entrenadores con los cambios. Zidane introducía a Lucas por Asensio, Morata por Isco y Berizzo replicaba con Jozabed por Guidetti. El Madrid, con más corazón que cabeza, ya asediaba y el Celta se atrincheraba y achicaba agua como podía. El partido agonizaba, como el equipo de Zidane en la Copa. El cansancio pudo con el Madrid cuando solo pudo contemplar una obra de arte en forma de jugada celeste, entre Marcelo Díaz, Aspas, Jozabed y una definición de crack de Wass, ajustando al palo. El Celta creía tocar su cielo en casa, pero Lucas Vázquez decidió dar emoción con un gol postrero de cabeza. Al Madrid se le caía la primera hoja del trébol y el Celta tiene licencia para soñar.