Si perder Alepo fue un golpe mortal para las esperanzas de los rebeldes sirios, la presidencia de Donald Trump será el último clavo en el ataúd. El nuevo inquilino de la Casa Blanca desconfía de los “rebeldes moderados” que aún cuentan con el apoyo de Washington y se desvive por trabajar mano a mano con Vladimir Putin y Bashar Al Assad, según él mismo ha expresado. Esto posiblemente favorezca una resolución pronta del conflicto, pero abre las puertas a otra serie de choques regionales y deja al país, cinco años después del comienzo de la Primavera Árabe, con peores problemas de los tenía.
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El mundo aún no tiene claro qué va suceder con Trump al mando. Varios analistas consultados por Semana.com expresaron que es incierto e imposible saber a ciencia cierta qué hará el futuro presidente. En primer lugar, porque, después de las elecciones, ha roto sus propias promesas. Y, en segundo lugar, porque el magnate ha sido poco vocal sobre su estrategia en Oriente Medio.
Básicamente, su postura se podría definir en tres aspectos: atacar al Estado Islámico, buscar la cooperación de los rusos y el gobierno sirio, y retirar el apoyo estadounidense a los rebeldes. “Tengo una opinión diferente a la de muchos sobre Siria… Mi actitud es ‘ustedes están peleando con Siria, Siria está peleando con ISIS, y ustedes necesitan deshacerse de ISIS’, dijo Trump al Wall Street Journal poco después de ganar las elecciones, en un resumen bastante completo de lo que propone frente a la problemática.
En principio, esto suena bastante lógico. Pero en realidad, esto es una enorme simplificación del conflicto sirio, donde confluyen múltiples actores tanto internos como internacionales en una intrincada red de alianzas y conflictos para aplicar el popular adagio de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
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Es cierto que la situación parece dada para reconocer el dominio de Assad y buscar un acuerdo que acabe con el conflicto. “Aquí las políticas propuestas por Trump tienen un tinte de realismo. El régimen sirio no puede conquistar el resto de Siria sin asistencia masiva de Rusia e Irán (y quizás otros aliados). Esto hace más probable que sucumba a la presión de comprometerse con los opositores para buscar una solución política.” dijo Jo Jakobsen, especialista en relaciones internacionales de la Universidad de Noruega, a Semana.com
La posible colaboración de Estados Unidos con el régimen de Assad no sería decisiva para lograr un acuerdo, opina Jakobsen, pero sí ayudaría a acelerar el proceso.
En cuanto a lograr la ayuda de Rusia y Siria para atacar a Estado Islámico es algo más incierto. En primer lugar, Assad y Putin han mostrado poco interés por atacar a los yihadistas. Según un estudio del Institute for the Study of War, solo 8 % de los bombardeos rusos en octubre atacaron blancos de ISIS, la mayoría fueron contra los rebeldes. No van a participar de la guerra contra ISIS hasta que no acabe con los rebeldes sirios.
Por esto, Estados Unidos podría verse inclinado a apoyar la consolidación del gobierno de Assad para proceder con su plan de atacar a Estado Islámico, pero eso no necesariamente pasará a corto plazo ni necesariamente signifique el ataque conjunto contra los yihadistas que Trump espera.
En cambio, el apoyo al gobierno sirio significaría la mayor victoria en años para quien Trump considera su principal enemigo en la región: Irán.
La campaña del magnate ha sido consistentemente anti iraní. El presidente electo no solo aseguró que se retiraría del pacto nuclear, sino que considera a Irán “el principal patrocinador del terrorismo en el mundo”.
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Pero para Irán la victoria de Assad sería la mejor noticia desde el 2011 cuando estalló la guerra civil siria. De un lado, consolidaría la posición del islam chiíta en el norte de la región y, de otro, establecería un corredor de influencia iraní que Teherán buscó establecer hace un par de años entre Irán y el Mediterráneo.
En contraste, esto promete incitar una reacción en los aliados tradicionales de Estados Unidos en la región, en particular Turquía y Arabia Saudita (el eterno enemigo de Irán) a actuar por su cuenta en contra de la creciente influencia iraní. Al final, una vez las fuerzas de la coalición despojen de sus tierras a Estado Islámico, se generará un fuerte vacío de poder en una zona neurálgica que reclaman varios actores.
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El fin de los valores
Mientras tanto, la situación humanitaria en Siria solo empeoraría con un posible alianza Assad-Trump-Putin. El apoyo al régimen de Al Assad implicaría que el principal defensor de los valores democráticos en el mundo legitime sus constantes violaciones a los derechos humanos.
A diferencia de lo que pasó en el holocausto nazi o en el genocidio en Serbia, todo indica que en Siria al final ganaron los principales autores de cientos de delitos de lesa humanidad que seguramente quedarán impunes.
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Apoyar el gobierno de Assad solo profundizará los problemas sociales en el país. Hoy, más de 15.000 civiles han muerto en la guerra, según la ONG Syrian Network for Human Rights. Casi cinco millones de refugiados sirios viven hoy en Turquía, Líbano y Jordania y seis millones de sirios están desplazados dentro de su propio país. Irónicamente, este escenario leña seca para la propaganda incendiaria de los yihadistas.
El principal objetivo de Trump es acabar con los yihadistas y su política de una guerra frontal contra Estado Islámico que podría ser muy efectiva para despojarlos de su territorio. Pero poco logra si deja sin solucionar los problemas de fondo, que al final de cuentas son los que inspiran a un tunecino a pasar un camión sobre decenas de personas en un mercado navideño en Berlín o a un joven turco a disparar a quemarropa contra el embajador ruso en Ankara por los crímenes de Alepo.