SAMANÁ. En un esfuerzo por observar, documentar y grabar el canto de las ballenas jorobadas, el 20 de febrero pasado nos dirigimos muy temprano en la mañana a la Bahía de Samaná, en compañía del biólogo Marino Omar Shamir Reynoso, del Ministerio de Medio Ambiente.
Este año ha sido uno de los más activos desde 2010 en cuanto a la presencia de esta especie, según el Ministerio de Medio Ambiente. Solo en la bahía se han reportado grupos de más de 15 ejemplares y se han llegado a contar hasta 40 diferentes en un día, por una sola embarcación.
La travesía fue iniciada poco después de las 7:30 a.m,, bajo un cielo parcialmente nublado, con pronósticos de lluvia, pero con poco oleaje importante.
La aventura la emprendimos con todos los equipos posibles para lograr el cometido. Un amigo alemán, Roland Liebetrau, a quien conocimos en este mismo lugar hace un año, cuando ganó un concurso europeo para pasar un mes en Samaná documentando ballenas, traía consigo 4 cámaras, Omar dos, además del hidrófono y yo tres. Estábamos dispuestos a lograrlo.
A las 8:00 de la mañana apareció la primera ballena. Su enorme aleta pectoral sobresalía por completo en el agua, agitándose y golpeando la superficie. Luego permaneció en calma, flotando por más de 20 minutos. Dos adultas más se le acercaron.
La suave llovizna y un espacio entre las nubes, permitieron que un arcoiris adornara el escenario de las ballenas. La primera del día agitaba de nuevo su aletas y, con un movimiento suave, sumergió su cabeza y dejó ver su enorme cola. Arcoíris y ballena, en un momento irrepetible. Las otras dos permanecían cerca.
Luego de bajar de la superficie unos segundos, emergió muy cerca del grupo. Pasó tan cerca del bote que casi pude tocarla. Sumergí rápidamente mi GoPro y logré hacer unas cuantas fotos. Estaba tan cerca que el angular captó la mitad de su cuerpo. Era la misma del arcoiris, lo supimos por las tres marcas blancas en su cola.
Cambiamos el rumbo en dirección este. De pronto, la escena cambió a algo más fascinante, parecía que la naturaleza quería causar la mejor de las impresiones: vimos en dirección norte un raro arcoiris horizontal. Lo tuvimos frente a nuestros ojos por unos pocos minutos.
Minutos después encontramos una hembra adulta con su ballenato. Esperamos con el motor del bote en neutro y observamos.
Fue una grata sorpresa verlos acercarse a pocos metros del bote, curiosas tal vez. Era una buena oportunidad para grabarlas unos segundos bajo el agua. Pudimos ver a ambos nadando suavemente a nuestro alrededor.
Una fuerte lluvia nos rodeó por varios minutos y pudimos ver al ballenato saltando bajoella, en la distancia.
Era el mediodía y estábamos hambrientos. Vimos a los botes de turistas marcharse para ir a comer y cambiar de grupo. Estábamos solos.
Era el momento de bajar el hidrófono, porque no nos molestarían los ruidos de los motores. Olvidamos los audífonos y no sabríamos lo que grabaríamos hasta llegar a casa.
Era hora de irnos. Llegamos a Cayo Levantado a comer y, luego de descansar unos minutos, nos vimos las caras y sin mayor discusión decidimos volver a ver si encontrábamos algo más. No nos arrepentiríamos.
En el horizonte veíamos una fuerte lluvia aproximarse hacia nosotros, teníamos el tiempo contado.
Encontramos a un ejemplar joven con su madre y escolta. Se mostró sumamente activo con coletazos y saltos, dando un espectáculo impresionante. Este comportamiento es muy común en las más jóvenes.
Omar logró una fotografía impresionante del animal totalmente fuera del agua en un salto, una imagen poco común. El regreso había valido la pena.
Seguimos nuestro camino y encontramos ballenas por todas partes. Logramos ver un doble salto de dos adultas y un grupo de seis en dirección este de la bahía.
Ya con la lluvia y el tiempo arriba regresamos a tierra, totalmente empapados, pero felices con la experiencia. En 11 horas vimos más de 30 ballenas diferentes.
Dos días más tarde Omar me envió un correo con dos archivos de audio, la más impresionante melodía de la naturaleza en esta isla, el canto de las ballenas jorobadas.