Eran las 12:00 del mediodía y Leanny Castillo aún ignoraba qué iba a comer o dónde acostaría a su hija Lilianny, de cuatro meses. Pues las inundaciones, provocadas por la crecida del río Ozama, en el sector Las Cañitas, del Distrito Nacional, arrastraron la leche de su pequeña, los pocos alimentos que tenía, el gavetero con la ropa de la familia y su deteriorado colchón.
En su hogar solo queda un mueble mojado, una pequeña estufa, y algunos platos vacíos porque no había conseguido dinero para comer. Ella, su esposo y su niña, sobreviven con algún que otro alimento que les da o vende una cuñada.
“Comemos guineítos, hasta nuevos, si aparecen. Aquí nadie (organismos de socorro) nos ha traído nada”, narra mientras intentaba secar parte del agua sucia que llevó el río hasta su humilde casa de madera y techo de zinc.
Al relatar cómo fue ese lunes en la madrugada, cuando las aguas del Ozama anegaron su casa, dice que “ocurrió muy rápido. Tuvimos que salir corriendo de aquí, el agua hasta se llevó mi gavetero, pero imagínate, no pudimos agarrarlo, el agua lo arrastró y perdí casi todas las ropas de la niña”.