Personas trans y mujeres lesbianas dijeron haber abandonado sus estudios debido a situaciones de acoso escolar, reveló una investigación retrospectiva sobre homofobia y transfobia en el ámbito escolar, que realizó el estatal Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), reporta la agencia IPS.
Elaborado por un colectivo de cinco autoras, el estudio exploratorio y retrospectivo sobre violencia homofóbica y transfóbica en la trayectoria escolar de activistas lesbianas, gays, bi, trans e intersexuales (LGBTI) ha servido de base para la oncena edición de las Jornadas contra la Homofobia y la Transfobia, que organiza el centro dirigido por Mariela Castro, hija de Raúl Castro.
Según IPS, para el informe las investigadoras encuestaron a 90 personas adultas de las redes comunitarias acompañadas por el CENESEX, provenientes de La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba.
La escolaridad concluida de la población estudiada estuvo concentrada en la enseñanza media y, en el momento de la investigación, 25 personas se encontraban cursando estudios superiores, en su mayoría hombres gays.
No obstante, 22 sujetos indicaron haber abandonado los estudios en algún momento de su trayectoria escolar y solo nueve volvieron a reincorporarse, la mayor parte fueron personas trans que buscaron concluir el bachillerato.
La edad promedio del abandono de estudios estuvo concentrada en los 16,6 años, al culminar la enseñanza secundaria, con una representación mayoritaria de personas trans.
De las 22 personas que refirieron haber abandonado los estudios, 13 alegaron que la decisión estuvo vinculada con las situaciones de violencia de las que fueron víctimas en el espacio escolar, una vivencia que predominó entre personas trans y mujeres lesbianas.
Las burlas e insultos fueron las manifestaciones de acoso más frecuentes que rememoraron las personas encuestadas, seguidas por las amenazas, los maltratos físicos, ignorarles y robarles pertenencias.
“No hay ningún lugar del ámbito escolar que escape del fenómeno”, advirtió el informe, que identificó como momentos de mayor riesgo la salida y entrada a la escuela, el tiempo entre clases y el receso en el patio.
Según el estudio, los baños y los albergues fueron los espacios de mayor ocurrencia de actos de abuso en escuelas de régimen interno, con agresiones verbales que podían acompañarse de violencia física.
La respuesta de las instituciones educativas se centró en el cambio de régimen de estudios o en el aislamiento de las víctimas, apuntó el informe.
Las investigadoras enfatizaron que las medidas implementadas pudieran considerarse una forma de revictimización, pues afectaban a las personas que sufrían el acoso y no a quienes lo cometían.
Como personas perpetradoras de la violencia o acoso, predominaron por amplio margen el propio estudiantado, seguido del claustro docente, el personal de apoyo y familiares de las víctimas.
Las redes de apoyo dentro de la escuela fueron prácticamente inexistentes, precisó la investigación, la cual constató una tendencia a normalizar las situaciones de violencia.
El apoyo, cuando ocurrió, provino de estudiantes que intervenían para que cesara el maltrato. La actitud del profesorado estuvo dirigida a silenciar los hechos y a ubicar la culpa en las víctimas, refirió la muestra estudiada.
Las personas afectadas decidieron no hacer la denuncia cuando sufrieron violencia por homofobia y transfobia, ya fuera por no sentirse preparadas para hacer pública su orientación sexual, el inmovilismo del profesorado y el temor a las consecuencias por la doble estigmatización.
Ante las situaciones violentas, los mecanismos más utilizados por las víctimas fueron ignorar lo que les decían, aislarse, tratar de no llamar la atención o responder también con agresividad.
La violencia homofóbica y transfóbica experimentada tuvo un impacto en la salud mental de las víctimas, asegura el estudio.
Temores, miedo ante la reacción de las personas cuando denunciaban, bajo rendimiento escolar y rechazo a la escuela, fueron algunas de las consecuencias observadas.
Sin embargo, adujo el informe que, cuando participantes en la investigación reflexionan y evalúan esas etapas de sus vidas, refieren que tales situaciones influyeron de manera positiva con el paso del tiempo porque robustecieron su carácter.
El estudio concluye que la violencia homofóbica y transfóbica en el escenario escolar es reflejo de la homofobia y la transfobia social existente en Cuba.
La reincorporación a los estudios y la recomposición de los proyectos de vida de las víctimas es un indicador del cambio para la sociedad y la escuela cubana, consideraron las autoras, aunque las experiencias incluidas en la investigación corresponden a personas que ya no se encuentran en secundarias básicas o preuniversitarios.
Recomendaron sensibilizar a las organizaciones juveniles para que funcionen como redes de apoyo ante situaciones de violencia en el ámbito escolar y potenciar la formación de docentes y personal de apoyo para la prevención del acoso homofóbico y transfóbico.
También que las autoridades educativas fortalezcan la supervisión de los lugares de mayor prevalencia de la violencia homofóbica y transfóbica.