EL CAIRO (Reuters) – Los egipcios y las fuerzas de seguridad se preparaban para unas manifestaciones el domingo que podrían determinar su futuro, dos años después de que el pueblo derrocara a un dictador y se dirigiera a una democracia paralizada por las divisiones profundas.
“El día más largo”, decía el titular del diario del Gobierno Al-Gomhuriya, acompañado de imágenes de dos acampadas rivales en El Cairo. Una era de partidarios islamistas del presidente Mohamed Mursi, la otra de detractores en la plaza Tahrir que aseguraban que le querían fuera del cargo para el final del día o si no se quedarían allí hasta que se marche, como hizo Hosni Mubarak en 2011.
Miles de activistas se concentraban en esos lugares y en el palacio presidencial de Mursi, no lejos de la acampada islamista. Las manifestaciones más importantes no se esperaban hasta la tarde y las calles de las principales ciudades estaban tranquilas mientras se reanudaba la semana laboral.
Seguía sin estar claro cuánta gente acudiría. Las protestas previas fueron débiles pero estas podrían no serlo. El Ejército advirtió de que podría intervenir si los políticos seguían bloqueados y la violencia entraba en una espiral sin control.
Los titulares de los diarios estatales – “Egipto controlado por el miedo”, “Egipto bajo el volcán” – daban el punto de vista del Gobierno: que los líderes progresistas de la oposición podrían permitir a los remanentes violentos del viejo régimen que derrocaran al primer líder elegido libremente del país.
Muchos diarios independientes instaban a la gente a salir a las calles el día en que Mursi cumple su primer año en el cargo: “La calle a Mursi: un año es suficiente”, titulaba Al-Masry Al-Youm. Otros se referían a lo que muchos manifestantes demandarán: “Tarjeta roja para el presidente”. Otros simplemente decían: “El día del juicio”.
Los líderes liberales dijeron que casi la mitad de la población con derecho a voto – 22 millones de personas – habían firmado una petición de nuevas elecciones, aunque aún no hay un candidato claro para desafiar a Mursi.
Con el Ejército a la espera y las potencias mundiales temiendo que la violencia pudiera empeorar la situación en Oriente Próximo, los Hermanos Musulmanes de Mursi y aliados radicales han prometido defender lo que ellos dicen que es el orden legítimo.
Varias personas han muerto, entre ellas un estudiante estadounidense, y cientos han resultado heridas en días de protestas callejeras.
Mursi dice que sus oponentes son “malos perdedores” respaldados por “gamberros” de la vieja policía secreta de Mubarak.
Una crisis económica profundizada por los disturbios y la parálisis política podría provocar que menos egipcios se unieran a las manifestaciones. Pero también muchos están cansados de los disturbios y son escépticos con las demandas de la oposición de que reiniciar las normas de la nueva democracia es mejor que servirlas.
“GUERRA CIVIL”
El presidente de EEUU, Barack Obama, pidió a los egipcios que se centren en el diálogo. Su embajador en Egipto ha airado a la oposición sugiriendo que las protestas no están ayudando a la economía.
Los líderes liberales, fraccionados y derrotados en varias elecciones el año pasado, esperan que con la salida de millones de personas a las calles puedan obligar a Mursi a ceder y entregar el poder a una administración tecnócrata que pueda convocar nuevas elecciones.
“Todos nosotros sentimos que estamos andando por un callejón sin salida y que el país va a colapsar”, dijo Mohamed ElBaradei, ex jefe del organismo de supervisión nuclear de la ONU, premio Nobel de la Paz y ahora líder del partido liberan en su país.
Las autoridades religiosas han advertido de una “guerra civil”, mientras el Ejército insiste en que respetará “la voluntad de la gente”.