SANTO DOMINGO. Seis economistas y un sociólogo convocados por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (Mepyd) manifestaron este miércoles en un panel sus expectativas y argumentaciones sobre cómo será la República Dominicana en 2050.
En la actividad, moderada por el ministro Isidoro Santana, con motivo del doce aniversario de la institución, participaron los economistas Arturo Martínez Moya, Magdalena Lizardo, Pavel Isa Contreras, Juan Ariel Jiménez y Raúl Hernández, y el sociólogo Fernando Ferrán.
Con enfoques y argumentaciones divergentes en ocasiones, casi todos coincidieron en que los factores externos serán los determinantes del futuro del país al 2050 en los ámbitos de la economía, la migración, la revolución tecnológica, y en la capacidad y resiliencia ante el cambio climático.
Ferrán, el primero en exponer, visualizó una República Dominicana cuyo devenir será definido “cuando sepamos qué queremos ser en cualquier etapa de nuestra vida republicana, incluido el presente”.
Agregó que la sociedad experimenta un “conflicto de civilizaciones” dentro de sus propias fronteras y bajo el doble impacto de la inmigración, en particular la procedente del vecino Haití.
Dijo que ese “conflicto de civilizaciones” en la isla no significa por ahora una bifurcación de dos etnias y de dos lenguas, “pero sí una radical reconsideración de la identidad histórica del pueblo dominicano y su orden institucional”.
Expresó que, nuevamente, la inmigración haitiana desafía el fortalecimiento institucional al integrar nuevos pobladores al territorio, tal como pasó antes con las procedentes de Libia, de las antillas inglesas, de China y Cuba.
Previó que, de “no superarse esa prueba de integración, el batey, como símbolo de reclusión, pasaría a ser el emblema de objetables guetos y minorías étnicas en el futuro del país”.
Sobre el futuro de la democracia consideró que “la democracia electoral” es padecida por las grandes mayorías porque permite la manipulación del voto cada cuatro años, la usurpación de la representación del ciudadano por los partidos políticos, y la inequitativa y desigual distribución de oportunidades de ascenso social.
El futuro, según Ferrán, también estará signado por patrones de comportamiento alienados a una conciencia escéptica y a una historia plagada de desilusiones, debido a conductas inmorales, incoherentes, y a una historia marcada por el desamparo institucional.
En relación con la educación, abogó por la debida atención a la universitaria por ser donde se forman los educadores de los niveles preuniversitarios y produce los conocimientos científico-técnicos que incrementan la producción y la productividad económica y el desarrollo, cual locomotora que arrastra vagones.
Mientras que Martínez Moya consideró que para el país alcanzar en 2050 un grado de desarrollo similar a los de los países altamente industrializados de la OCDE, deberá tener un ingreso per cápita de 72,860 dólares, es decir, 1.7 veces el de 2017.
Recomendó que para alcanzar esa meta “un verdadero consenso entre gobierno, sector privado y partidos políticos de oposición, unido a un futuro cimentado en valores como la eficiencia, la transparencia y la responsabilidad en el manejo de lo público, lo cual implicaría reformar el Estado “en buena lid”.
Entre tanto, Lizardo pronosticó una “feminización” del futuro dominicano, al prever una mayor autonomía laboral de la mujer que incidirá en las relaciones de poder dentro del hogar.
Expresó que al 2050 las mujeres serán más educadas que los hombres, además de que ahora mismo la brecha de escolaridad favorece al género femenino. Agregó además que la población femenina todavía no alcanza cuotas importantes de poder en el sector público, pero auguró que para entonces será diferente.
De su lado, Pavel Isa afirmó que la República Dominicana de 2050 estará marcada por las embestidas del cambio climático y su impacto en la erosión y desaparición de litorales costeros (playas) y una necesaria regulación y control de los flujos migratorias, especialmente de Haití.
Consideró necesario “acelerar” la innovación tecnológica y reducir el impacto negativo de los desastres naturales en la productividad agroforestal. A su juicio, también será necesario la consolidación de la cuarta ola de la revolución industrial y el impacto de la inteligencia artificial como reemplazo de los recursos humanos.
Sobre la inversión extranjera, estimó que el viejo modelo de que “entren (vengan) todos a invertir” ya no será posible, pues habrá que calificar y definir esa inversión extranjera de acuerdo con las necesidades más perentorias de la nación.
Asimismo, el economista Jiménez también planteó un futuro bajo la premisa de la innovación tecnológica y atención a una mayor vulnerabilidad climática, los flujos migratorios en el Caribe que no solo incluyen Haití sino también Venezuela y Puerto Rico.
Por último, Raúl Hernández auguró una mayor consolidación del capital financiero, fortalecimiento de la educación, la consolidación de la institucionalidad que permite la disciplina en las inversiones.