El 19 de mayo del 1965
¡cayó una estrella!
Por Félix Jacinto Bretón
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“Juro ante tus restos que consagraré mi vida a vengar tu muerte. Nada ni nadie me detendrá en esta lucha, porque tu sacrificio por la libertad de nuestro pueblo arrastra el mio y el de todos los que sientan en su pecho el orgullo de ser dominicano”.
Con estas determinantes y decididas palabras se expresaba el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó -visiblemente conmovido e indignado- delante del cadáver de quien fuera el inspirador del Movimiento Constitucionalista, coronel Rafael Tomas Fernández Dominguez.
El doctor Jottin Cury, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno constitucionalista, recuerda que todos estaban consternados por la muerte de Rafael “pero que el dolor de Caamaño crecía calladamente ante los despojos mortales de su compañero de armas”.
Y cuenta que la escena adquirió matices todavía “más dramático” cuando -con voz trémula- hizo el juramento con el que iniciamos la Trinchera de este sábado. Lo dijo y lo cumplió “al pie de la letra”, ya que también Francis cayó, años después, defendiendo las mismas causas que por las que Fernández Dominguez ofrendó su vida valiosa y generosa, la libertad y la democracia dominicana.
Rescatar el cuerpo de Rafael fue toda una odisea, cuenta Doña Arlette Fernández, su viuda, en el libro dedicado a su memoria. El cadáver de Juan Miguel Román, connotado dirigente del 14 de Junio que también participaba de la toma del Palacio Nacional el 19 de mayo de 1965, había sido recogido al anochecer. El del coronel permanecía en el lugar donde cayó.
Antonio El Árabe, luchador profesional; el marino Carlos Sánchez, un civil catorcista guapísimo al que apodaban “Cacaíto” y el combatiente Andrés Dirocié, se ofrecieron para cumplir con tan riesgosa misión por instrucciones de Caamaño.
“Salimos agachados y raneando, porque si nos descubrían podíamos darnos por muertos”, recuerda Dirocié en un relato que aparece en el libro de Doña Arlette “Coronel Rafael Fernández Dominguez, Soldado del pueblo y militar de la libertad”.
“Íbamos con mucha precaución porque no se veía nada, estaba muy oscuro,avanzamos, y era al tiento porque..usted sabe, y entonces alguien susurro: Este es Fernández Dominguez”.
Las autoridades norteamericanas de entonces, asegura la misma Arlette en el citado libro, reaccionaron de forma “despiadada y cínica” ante la muerte de Rafael, la cual tomó un giro macabro cuando en la revista Times, del 26 de mayo de 1965, MacGeorge Bundy, un alto cargo gringo, llegó a asegurar: “quizás los comunistas lo mataron al estilo de la guerra civil española”. Con esto buscaban evadir responsabilidades.
Pero quedó “claro como el agua” que la metralla que terminó con la vida del coronel provino de un marine gringo. El diario dominicano La Nación, de aquella época, titulaba en la portada de su edición del 20 de mayo: “Yanquis asesinan por la espalda a coronel Fernández”. En el texto aportaba abundantes datos sobre este suceso.
Me hubiese gustado tener espacio suficiente para contar otros detalles sobre estos hechos, pero debo sintetizar. El cadáver de Rafael fue trasladado a Santiago y reposaba en el cementerio de la 30 de Marzo. Luego fue exhumado y llevado a Santo Domingo de nuevo.
Muy pronto, sin embargo, los restos serán depositados en el lugar donde sólo descansan los grandes, el Panteón de la Patria, donde se espera que también reposen los del coronel Caamaño, para mi con iguales méritos.
Cuando esto suceda con el héroe nacional Fernández Domínguez, se estará cumpliendo la profetica sentencia de aquel soldado del pueblo, que pasó un papelito a Doña Arlette -cuando el cadáver iba a ser traslado a Santiago- el cual contenía el siguiente mensaje:
“Coronel Fernández Dominguez
Juro por mi honor que seré como usted quiso que fueran los militares porque usted fue el hombre más grande que ha tenido la República Dominicana.
Descanse en paz que usted va al cielo y al Altar de la Patria”.
Repito que el 19 de mayo de 1965 ¡cayó una estrella!
Gloria eterna coronel! Seguimos en combate ¡hasta la victoria siempre!