Por Félix Jacinto Bretón.
El pasado fin de semana estuve haciendo “turismo interno”. El sábado preparé mi mochila y eché para el Noroeste, específicamente para Montecristi, donde permanecí hasta el domingo. Hoy quiero contar mis vivencias en la tierra que sirvió de cuna al extraordinario líder revolucionario Manuel Aurelio Távarez Justo (Manolo).
Diría, de entrada, que Montecristi en un pueblo de contrastes. Usted llega, da una vuelta por los alrededores -sin tener que ir muy lejos- advierte de inmediato abandono y arrabalizacion por doquier.
Incluso, calles que están en las periferias del casco urbano, permanecen en condiciones intransitables. Muchas, hace tiempo, perdieron su capa asfáltica. Y si llega “al corazón” de los sectores populares, “ahí es que la pintura es dura” ¡todo un desastre!
Desperdicios acumulados, aguas negras y hediondas corriendo por los contenes, solares llenos de malezas..bueno, el panorama no es nada agradable para los visitantes. Parecería como si en Montecristi no hubiese autoridades, y que me excusen el honorable señor Alcalde, el gobernador y los demás ¡pero fue lo que percibí!
Para mí, las condiciones en que se encuentra “la patria chica” de Manolo, da realmente pena, vergüenza y hasta ganas de llorar ¡y no exagero para nada! Al contrario, creo que me quedo corto con estas expresiones.
Honestamente que no me explico como una provincia con tantos méritos y con tanto peso en el orden político, económico, social e histórico, permanezca en esta situación de abandono total. Aunque esta realidad se arrastra desde hace años.
Tantos y tantos hijos de esta legendaria comunidad que han ocupado cargos de relevancia en la administración publica -desde los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer hasta el día de hoy- y tan poca cosa que han hecho en beneficio de los residentes. Nadie se explica esto.
Pero decía, en mis primeros párrafos, que Montecristi es un pueblo de contrastes porque, si ese es el panorama que se palpa en la ciudad, cuando se toma el camino del litoral costero, las cosas son totalmente diferentes.
¡Cuantas bellezas! Tiene un Malecón a todo lo largo de la playa Juan de Bolaños que, aunque si bien no es una cosa “del otro mundo”, está en buenas condiciones y hay buen ambiente.
Claro, se requerían de más establecimientos y ampliar las ofertas. Pero el que quiere ir a tomar fresco, ser acariciado por la suave brisa del mar y hasta echar tranquilamente “una mano de dominó”, de seguro que se sentiría en la gloria.
Y el que decida seguir hacia El Morro y llegarse “hasta el Zapato” -que no es más que una roca gigante que tiene forma de esa prenda de vestir que se localiza a pocos metros de la playa- entonces suspirará hondo y estacara aun más los ojos de tantas exóticas bellezas que tendrá por delante.
La visita a la zona la aproveché para, junto a mi amigo Genaro Abreu, recorrer los cayos aledaños, dar una vuelta por agua al Morro, pasar cerca del “Cayo Pablillo”, ver los corales y hasta para pescar un Carite con la ayuda del capitán del Club Náutico, Dionis Vargas, Beeleaguer, quien conducía el bote. Es uno de los que más sabe de mar en Montecristi. Tiene casi 50 años en estos menesteres.
Hay otras cosas que me faltan por contar de mi visita “a la ciudad del Morro” pero, el espacio se me agota, por lo que me veré obligado a continuar el sábado próximo, si Dios quiere ¡seguimos en combate!