SANTO DOMINGO. Todos los días, y muy de mañana, este adolescente, oferta su producto alegremente y con energía en el semáforo de la avenida Abraham Lincoln esquina Max Henríquez Ureña, pero este lluvioso viernes le cambió la rutina.
Quizás forzado por el clima hizo un alto en el camino y ante la pertinaz lluvia buscó una funda plástica y cubrió su cuerpo en desarrollo y se sentó en un pequeño muro en la acera de la Max Henríquez.
Con su carita hacia el cielo y con una gorra mientras se “volvía un ocho” con sus extremidades, dormía en equilibrio, mientras su mercancía, “guineos pintos” permanecían en una ponchera encima del depósito de basura.
¿Por qué estará ese niño tan temprano en tiempo y edad soportando las inclemencias del tiempo en vez de estar acurrucado en su cama o camino a la escuela? ¿quién tendrá lo que le pertenece? ¿ Y sus padres, dónde está? Y la sociedad qué dice de esa realidad?