Las dos Coreas afrontan este viernes una cumbre histórica, su primera reunión al máximo nivel en más de una década. El presidente surcoreano, Moon Jae-in, y el mandatario norcoreano, Kim Jong-un, se encontrarán en un pabellón del Área de Seguridad Conjunta (JSA, por sus siglas en inglés), el único punto de la Zona Desmilitarizada de Corea (ZDC) —la frontera entre ambos países— en donde sus soldados tienen contacto directo.
Este encuentro viene a culminar el deshielo iniciado desde principios de año y que ha sido jalonado por distintos eventos simbólicos o políticos: la participación de Corea del Norte en los Juegos Olímpicos organizados por el vecino del sur, conciertos de bandas musicales surcoreanas en Pyongyang, reuniones entre delegaciones de alto nivel de ambos países, el anuncio de la celebración en mayo de un cara a cara entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y Kim Jong-un, o aun la decisión norcoreana de suspender sus pruebas nucleares.
Razones del deshielo
Cabe preguntarse qué ha dado pie a semejante distensión, cuando apenas en septiembre pasado Corea del Norte hacía una sexta prueba nuclear —siendo ésta, por cierto, la mayor que ha llevado a cabo en su historia—.
Un primer elemento podría ser la línea dura en política exterior que ha caracterizado la Administración Trump, y que se ha reforzado desde la nominación de John Bolton y Mike Pompeo como consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado, respectivamente. Con este telón de fondo, las amenazas de ataques preventivos, proferidas por el presidente estadounidense, dejan de ser parte de la subida de tono que ha sido el registro habitual entre Estados Unidos y Corea del Norte.
Otro factor relevante radica en la estrategia desplegada por el mandatario surcoreano. Desde su llegada al poder, en mayo de 2017, Moon Jae-in ha apostado continuamente por la vía diplomática, en lugar del enfrentamiento, para evitar la escalada de tensión con el régimen norcoreano.
Pero sin dudas la causa determinante ha sido el hartazgo de China ante los dislates de Kim. El gigante asiático, como gran potencia emergente, busca instaurar una estabilidad regional bajo su tutela. Una estrategia que se ve contrarrestada tanto por las veleidades atómicas como por la imprevisibilidad de su protegido coreano.