Por Moisés Estévez-
“La paz no es la ausencia de conflicto, sino la presencia de alternativas creativas que nos ayuden a solucionar el conflicto”. Dorothy Thompson
Una cultura de paz presupone en principio una voluntad dirigida hacia una modificación tanto de mentalidades y actitudes, como del comportamiento con el fin de promover la paz. Simboliza una transformación e incluso prevención de los conflictos que puedan degenerar en violencia y en muchos casos, implica restaurar la paz y la confianza en las localidades donde surgen conflictos. Pero su intención trasciende los límites de conflictos de diversa índole, para hacerse extensivo también a las escuelas, universidades, centros de trabajo, las familias, juntas de vecinos y hasta los lugares de esparcimiento.
Desarrollar una cultura de paz es hacer que niños, jóvenes y adultos entiendan y respeten la libertad, la justicia, la democracia, los derechos humanos, la tolerancia, la igualdad y la solidaridad. Implica un rechazo generalizado de la violencia. E involucra también disponer de los medios y la voluntad de participar en el desarrollo de la sociedad. El concepto de cultura de paz se ha ido configurando bajo la égida de una corriente sociopolítica que agrupa múltiples interlocutores de diversas instancias. Las amenazas que pesan sobre la paz revisten muchas formas distintas, desde la falta de respeto por los derechos humanos, la justicia y la democracia hasta la pobreza o la ignorancia. La cultura de paz es una respuesta a todas esas formas de coacción, una búsqueda de soluciones que no pueden imponerse desde el exterior sino que han de provenir de la sociedad misma.
Por su parte, convivencia es la acción de convivir (o sea vivir en compañía de los demás). En una designación más amplia, se trata de un concepto asociado a la coexistencia pacífica y armoniosa de grupos humanos en un mismo espacio, una especie de avenencia.
Necesariamente se debe visualizar al ser humano como un ser social. Nadie vive totalmente aislado del resto, ya que la interacción con los demás es fundamental para el bienestar y la salud. No obstante, dicha coexistencia no siempre resulta fácil, debido a que ciertas diferencias de tipo social, cultural o económico, entre otras pueden repercutir negativamente.
Hay que tener en cuenta de que casi siempre es posible llegar a un acuerdo, que cada parte ponga de su parte y se adapte o ajuste a las necesidades de las demás para que nadie tenga que soportar situaciones molestas o vejatorias. Si el diálogo no funciona, o si se llega a la conclusión de que un cambio no es posible o muy poco probable, se opta entonces por una separación pacífica.
Por último, considerar dos valores imprescindibles para que la convivencia armoniosa se viabilice, el respeto y la solidaridad… Todo es posible cuando uno lo ve posible. PAZ!