La ola de reelecciones que recorre América Latina es un beneficio para el presidente Medina, de quien se dice que no está interesado en postularse, y para el expresidente Fernández, aferrado al presupuesto de que puede vencer a la oposición en el 2020.
Si se fuera a considerar el dominicano como un ejemplo de lo que ocurre en la región, se diría que los liderazgos maduros, los que han gobernado en las últimas dos décadas, estarían, al parecer, en mejores condiciones que los nuevos aspirantes a la Presidencia.
Con todas las tribulaciones que sufrió durante el año que casi termina, el doctor Fernández se considera el mejor dotado para alcanzar la candidatura presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Tendría razón en que solamente Medina lo puede atajar.
Algo que no se discute ni adentro ni afuera del PLD es que Medina tiene el control del partido y, probablemente, no querrá ver de nuevo al doctor Fernández en la Presidencia, aunque no tiene, entre los aspirantes al relevo, políticos de talla y capacidad como estadistas.
Son varios los que se ofrecen y hasta el ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, tiene un grupo silencioso de relaciones públicas que le da seguimiento a sus pasos, le aconseja y promueve discretamente su nombre como el que puede reemplazar a Medina.
A Medina le beneficia la realidad de que para los suyos, pese a los yerros que se atribuyen a su régimen, la vuelta al poder de un partido de la oposición, en el caso, el Partido Revolucionario Moderno (PRM), ya con Luis Abinader o Hipólito Mejía, sería una calamidad.
Cualesquiera de esos aspirantes presidenciales que sea escogido tendría que contar con los enemigos encarnizados de Fernández y Medina. Ejemplo: la Marcha Verde, responsable de un dolor de cabeza agudo para el régimen, que ya amenaza con reactivarse.
Independientemente de que no desee volver a postularse por razones personales, Medina sabe que el camino está lleno de grandes piedras. Le caerá encima lo que se dice que su gobierno ha estado minado de corruptos y que pocos han sido removidos de sus cargos.
De los que pudieran, fuera del PLD, aupar al expresidente Fernández, por su veteranía, el recuerdo de sus obras y su capacidad de neutralizar adversarios, cosa de lo que se ha ocupado muy bien durante el año que termina, temen al peligroso escándalo de Odebrecht.
La presión de USA
Los Estados Unidos están ejerciendo una presión a las claras sobre los políticos y empresarios dominicanos envueltos en el escándalo de Odebrecht, de ahí que anunciaran el jueves la cancelación del visado de Ángel Rondón, cabeza visible de los supuestos sobornos.
En un artículo publicado en LISTÍN DIARIO ayer, el encargado de negocios a.i. de la Embajada de los Estados Unidos se refiere claramente al tema Rondón y dice que “en esta región, el caso de Odebrecht ha impulsado importantes avances en muchos países en la lucha contra la corrupción”.
Como si estuviera enterado de que se avecina un vendaval, el procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, reveló que hay más de 100 personas que son “de interés” del Ministerio Público por la presunta vinculación con los sobornos de la empresa brasileña.
Sería inevitable, se comenta en los círculos de la política, que en adición a los ya sometidos por la Procuraduría, no sean llamados a declarar también políticos y empresarios todavía en poltronas oficiales o exfuncionarios de los gobiernos del PRM y el PRD.
El doctor Fernández, quien apuesta a su regreso, escribió un artículo el pasado lunes en el mismo diario, donde advirtió que “para continuar acumulando nuevas victorias al servicio del pueblo dominicano, también haga falta siempre apelar, dentro de las filas del partido morado, a un valor sencillo, pero fundamental para la convivencia humana: el de la prudencia”.
Odebrecht, la gran amenaza
El escándalo que por poco saca de la Presidencia al peruano Pablo Kuczynski se definió a su favor a la medianoche del pasado jueves, al lograr convencer, en una maniobra impredecible, a legisladores de partidos adversarios del expresidente Fujimori para que no apoyaran su destitución.
Kuczynski, quien no era un político profesional al postularse el año pasado, se las arregló para que los dos vicepresidentes no aceptaran mantenerse en sus puestos si prevalecía la propuesta opositora de destituirlo por sus supuestos vínculos con la Odebrecht, lo que hubiese provocado un vacío de poder.
Liberado en tablitas, el gobernante peruano corrió una mejor suerte que el vicepresidente del Ecuador, Jorge Glass, condenado a seis años de prisión por la Corte Nacional Penal de su país, que lo encontró culpable de aceptar sobornos de la Odebrecht.
En Brasil, el expresidente Luis Inácio Lula da Silva lucha en la justicia para conseguir un fallo favorable en el sometimiento por los casos de Odebrecht y de Lava Jato. Pese a la amenaza que pende sobre su cabeza, aspira a postularse en las elecciones del 2018.
Según las encuestas, Lula da Silva ganaría esas elecciones, basado en el apoyo de la clase trabajadora y en el recuerdo de que durante su ejercicio del poder, entre 2003-2011, se vivía mejor, sin los sobresaltos que siguieron a la destitución de Dilma Rouseff en el 2016.
La reelección ganó en Nicaragua con amplia mayoría, lo que dejó al presidente Daniel Ortega en el puesto por un tercer término. Ortega ganó en 1984, volvió en el 2006, fue reelegido en el 2009 y en el 2016, para un triple mandato consecutivo.
Las jóvenes generaciones de Nicaragua no conocen otro inquilino de la Casa Presidencial que el antiguo guerrillero, una especie de quelonio que ha sabido jugar con las comunistas Cuba, Rusia, China y con los Estados Unidos, un gran socio comercial.
En busca de la reelección, el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, se encuentra en una situación complicada porque el resultado de las recientes elecciones son consideradas fraudulentas contra el candidato opositor, Salvador Nesralla.