SAN FRANCISCO DE MACORIS.-El Consejo Regional de Desarrollo (CRD), dijo que sólo implantando una sincera unión, confraternidad y solidaridad, mediante el rompimiento con los sectarismos y el egoísmo, podremos propulsar las metas de progreso humano que urgimos para vencer la pobreza, el atraso social y los demás males que nos golpean.
La entidad, quien tiene entre sus ejecutivos a Ysócrates Andrés Peña Reyes Monseñor Jesús María de Jesús Moya, Abraham Abukarma Cabrera y Héctor Rizek Llabaly, sostiene que debemos aprovechar esta Semana Santa para reflexionar en tal sentido, para convertir realmente a nuestras instituciones y al Estado en instrumentos eficaces del desarrollo, la justicia y la paz social.
El CRD resalta, que debemos entender, que así como el egoísmo constituye el peor enemigo de la existencia del amor y la unidad en las parejas y las familias, la práctica del mismo en los estamentos estatales y en nuestras instituciones, es infecunda por conducir al ser humano hacia el grupismo y la mediocridad.
Manifiesta, que nuestra nación hoy más que nunca necesita que hagamos un examen de conciencia y reflexionemos en torno a nuestro futuro y las responsabilidades que cada uno debemos asumir, a fin de poder lograr la real realización de los grandes proyectos y metas que requerimos todos los componentes de la sociedad dominicana.
Señala, que para erradicar los males que afectan al país, hay que propulsar la renovación y transformación que necesitamos soportándola en la vocación de bien y el bienestar para todos, dentro de un proceso que para ser exitoso necesariamente deben participar jóvenes y viejos, pobres y ricos, el campo y la ciudad.
El CRD, instó a los sectores gobernantes y a todas nuestras entidades, seguir la trayectoria y ejemplo dado por la Región Nordeste y el Cibao Central a partir de su surgimiento, en la que todos sus sectores han tomado el rumbo de la unión y la confraternidad, para realmente reivindicar, propulsar y planificar su auténtico progreso humano.
Finalmente, llamó al dar sentido y razón de ser a la existencia de la sociedad dominicana y las familias que la integran, siguiendo el ejemplo del profundo amor mostrado por Dios a través del sacrificio de Jesucristo en procura del establecimiento de un mundo en el que impere el amor como instrumento esencial de la paz, la justicia y el desarrollo humano.