Es durante las Navidades cuando se disparan de forma considerable los casos de hipertensión, colesterol y obesidad. Las largas semanas de copiosas comidas no tardan en pasar factura a quienes postergan el cuidado de su salud para “una vez pasadas las fiestas”.
Hay que Compensar las comidas festivas en los días que rodean a éstas. Debemos mentalizarnos que en Navidad hay comidas que romperán con nuestra rutina diaria, celebrando de forma especial con familiares y amigos. En estas comidas realmente debemos tener un especial cuidado con los entrantes, los postres y las copas finales, porque suelen ser una inyección de calorías y grasas que elevan nuestro colesterol. Para ello se recomienda:
Cocinar las cantidades justas para que no queden sobras en los días siguientes.
Tomar un aperitivo 30 minutos antes de la comida principal, consiguiendo un efecto aperitivo que reducirá nuestro apetito.
En los entrantes evitar los fritos, los quesos grasos, los embutidos, o mayonesas.
En el plato principal basta con seleccionar la ternera, el redondo de pollo o el pescado en vez del cordero o el cerdo, y elegir el horno, la plancha, el asado o cocido evitando los fritos, rebozados o empanados.
En cuanto a los postres, con intentar reducir su consumo a raciones moderadas será suficiente.
También se aconseja entrenar nuestro corazón para manejar el estrés y controlar las emociones.
El cierre del ciclo anual tendemos a hacer autobalances y en función del grado de satisfacción que se experimenta, aumentan nuestra susceptibilidad al estrés y a la ansiedad.
Por todo ello, es importante vivir estas Navidades pensando en el corazón, tanto en el sentido literal, como figurado, sin aumentar nuestro peso, buscando el calor familiar y reduciendo el riesgo cardiovascular.
La autora es cardióloga
claudiaalmonte@hotmail.com