Mar Gonzalo
Miami (EEUU), 1 jun (EFE).- La temporada de huracanes que comenzó hoy en el Atlántico promete ser extraordinariamente activa, ya que se dan todas las condiciones para ello, por lo que, una vez más, se llama a la precaución, la anticipación de posibles catástrofes y la obediencia a las órdenes de evacuación.
De hecho, las autoridades de Florida consideran que este estado, tradicionalmente el más afectado de EE.UU. por los huracanes aunque lleva inmune la cifra récord de siete años, nunca ha tenido tantas papeletas para sufrir el azote de un huracán como en esta temporada.
“Todo apunta a que va a ser una temporada ajetreada”, reconoció el viernes en una conferencia de prensa en Miami el director del Centro Nacional de Huracanes (CNH) de EE.UU., Rick Knabb, quien insistió una y otra vez en la importancia de “prepararse para la idea de que una tormenta vaya a tocar por aquí”.
Por ello, legisladores estadounidenses anunciaron esta semana que planean reclamar la creación de un Fondo Nacional para Catástrofes financiado con fondos federales, para ayudar a sufragar los esfuerzos estatales por hacer frente a lo que pueda ocurrir.
Además, han reclamado que se mejoren los sistemas de predicción y el senador Bill Nelson se quejó esta semana de que los ordenadores europeos son más certeros que los estadounidenses en este sentido.
La temporada de la cuenca atlántica, que afecta principalmente a todo el Caribe, el Golfo de México y el sureste de EE.UU., se prolonga oficialmente seis meses, hasta el 31 de noviembre, aunque su pico de máxima actividad es entre mediados de agosto y octubre.
Este año los principales organismos que emiten anualmente sus predicciones han coincidido en apuntar que esta temporada se promete muy movida e, incluso, la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de EE.UU. (NOAA) ha advertido que podría ser “extremadamente activa”.
“Se espera que las condiciones oceánicas y atmosféricas en la cuenca atlántica produzcan este año más huracanes y más fuertes”, en parte porque “no hay factores atenuantes a la vista que vayan a reducir el nivel de actividad” ciclónica, advirtió hace unos días Gerry Bell, del Centro de Predicción Climática de la NOAA, desde Washington.
Según los cálculos de la NOAA, la principal referencia en la materia, entre junio y noviembre, ambos incluidos, se podrían generar en el Atlántico entre 13 y 20 tormentas tropicales, que son las que, entre otras características, alcanzan vientos superiores a 63 km/h y son bautizadas con un nombre propio para facilitar su vigilancia.
De entre ellas, la NOAA calcula que hay un 70 % de posibilidades de que entre 7 y 11 aumenten su fuerza hasta convertirse en huracanes (vientos superiores a 119 km/h) y entre 3 y 6 alcanzarían categorías superiores (de 3, 4 o 5 en la escala de Saffir-Simpson, 178 km/h).
De cumplirse estos pronósticos, la temporada será claramente más activa de lo normal (12 tormentas tropicales, 6 huracanes, 3 superiores).
Los factores que hacen temer este elevado nivel de actividad son que el agua en el Atlántico tropical y el Caribe tiene temperaturas superiores a lo normal y que es previsible que este año no se desarrolle el fenómeno de El Niño, que tiende a limitar la formación de huracanes.
A ello se suma la fortaleza del monzón en África occidental, considerado responsable de la etapa actual de alta actividad de huracanes en el Atlántico, que comenzó en 1995.
Aunque la mayor preocupación radica en la formación de huracanes de categorías superiores, a nadie se le escapa la destrucción, no sólo en territorio costero, que generó “Sandy”, que no pasó de categoría 2.
A finales de la temporada pasada, “Sandy” causó la muerte directa de al menos 147 personas, 72 de ellas en EE.UU. pese a que cuando tocó tierra en este país ni siquiera tenía ya categoría de tormenta tropical. Aún así, fue el ciclón más letal sufrido en este país en los últimos 40 años y el segundo más costoso, tras “Katrina”.
Todas las partes coinciden en que lo más importante es mantenerse atento a las advertencias de las autoridades y obedecer las órdenes de evacuación, ya que muchas de las muertes se producen a causa de las inundaciones posteriores a las tormentas.
“Lo más fácil para reducir sus riesgos es obedecer a ciegas las órdenes de evacuación. No lo duden, no esperen seis horas más y a ver si la cosa mejora, y no escuche a los vecinos que dicen alegremente que no va a ser tan malo”, resumía gráficamente esta semana el administrador de la agencia estadounidense de gestión de emergencias, Craig Fugate.
Por otra parte, varios tornados azotaron este viernes el estado de Oklahoma, en el centro del país, dejando al menos cinco muertos y una veintena de heridos en una zona que apenas hace 10 días fue devastada por una tormenta similar de 4 kilómetros de diámetro, informaron medios locales. EFE