A continuación, artículo íntegro escrito por Fidel Castro el 2 de marzo de 2009, tras un encuentro sostenido con el entonces presidente de República Dominicana, Leonel Fernández:
Mi encuentro con Leonel Fernández, Presidente de la República Dominicana
Se produjo el pasado lunes 2 de Marzo, a las 4 y 58 de la tarde.
Lo conocí en República Dominicana cuando lo eligieron por primera vez como Presidente. Fue particularmente deferente conmigo. Habló de sus primeros esfuerzos por incrementar la capacidad de generar electricidad con mucho menos consumo de fuel oil, cuyos precios crecían rápidamente.
Nadie le regaló el cargo; llegó a él a través de una especie de selección natural en virtud de la cual ascendió políticamente a medida que los acontecimientos históricos se desarrollaban.
Hijo de una mujer dominicana que, como otros muchos compatriotas suyos, había emigrado a Estados Unidos, fue llevado en compañía de su hermano a la ciudad de Nueva York, donde aprendió a leer y escribir.
Tuvo la suerte de que la madre seguía de cerca los problemas de su patria, y le trasmitía opiniones y criterios revolucionarios que lo condicionaron para los nuevos tiempos que vivía el pueblo dominicano.
Por vías diferentes a las mías llegó a criterios propios, que determinaron su actitud ante situaciones que eran parecidas, y a la vez muy diferentes, a las que yo viví 23 años antes en Cuba, donde sin haber cumplido 6 años de edad, una joven maestra cubana, junto a dos hermanas, sin duda de extracción pequeño burguesa santiaguera, vivían en condiciones de bastante pobreza, después de estudiar, una medicina, otra magisterio y la tercera piano en una universidad de Haití, el país vecino más próximo a Cuba y a la patria de Leonel Fernández.
Me correspondió la dura experiencia del hambre, sin saber en qué consistía, confundiéndola con un feroz e inusitado apetito, en la Ciudad de Santiago, donde vi asombrado por primera vez una ciudad, y la maestra que atendía la escuela de Birán, en pleno machadato, no recibía salario seguro y sí una buena pensión de mi casa, persuadiendo a la familia de que me enviaran a Santiago.
Aprendí a sumar, restar y multiplicar, gracias al forro rojo de una libreta escolar, antes de leer y escribir. Comencé así a ejercitar la imaginación, pero me retrasaron dos años, que con esfuerzo, recuperé más tarde.
Tal vez de este modo se comprende mejor mi interés en conversar con Leonel a la luz de los tiempos actuales.
Conocí a Juan Bosch, historiador e ilustre personalidad dominicana en 1946, cuando no había cumplido aún 20 años, era estudiante del segundo año de la carrera de Derecho y líder de los estudiantes de esa Facultad, presidente por añadidura de la organización de solidaridad con la democracia dominicana, en la lucha de ese valiente pueblo contra la tiranía trujillista, erigida por las fuerzas norteamericanas que habían intervenido la isla en 1928.
Bosch y yo estábamos en el batallón Sandino, héroe nicaragüense que luchó contra los interventores yankis y fue asesinado por esto, a raíz de otra intervención imperialista en aquel país centroamericano.
El prestigioso intelectual dominicano no era el jefe de aquella expedición. La dirigían otros políticos dominicanos. Casi todos actuando de buena fe, pero movidos por ideas e intereses de clase, incluso oligarcas y burgueses.
Lo peor es que en lo que se refiere a Cuba lo dirigía lo más corrompido del Partido Revolucionario Cubano, (Auténtico), nombre hurtado al Partido Revolucionario Cubano creado por Martí para luchar por la independencia de Cuba y Puerto Rico, los dos últimos, enclaves coloniales de España en América Latina a fines del siglo XIX.