De entre los más de 10 millones de habitantes que cohabitan en las pardas estepas y colinas del territorio de Haití, la Comunidad del Caribe (Caricom) escogió con privilegios, hace poco, en un extraño paso que desfigura su invocado desvelo por ese país, a un puñado de empresarios y diplomáticos, eximiéndoles del requisito de visas para entrar a ese bloque de naciones.
Un movimiento raro, porque al resto de los haitianos, que forman la masa más grande de emigrantes hacia esa región, ese bloque de naciones del Caribe y antiguas colonias británicas le ha negado el privilegio de libre tránsito, convirtiendo a Haití en el único país miembro al que ha objetado para ese beneficio.
Con estas trabas discriminatorias, los haitianos quedan sin opciones para escapar de las prolongadas miserias en su país. Solo hay dos rutas naturales para que los migrantes alcancen terreno en cualquier nación asociada al Caricom: A través del mar o por vía aérea. Pero ahora hay un problema, un problema muy grande: esos dos tramos les han sido estrictamente cerrados.
Mientras estas naciones requieren de visas al pueblo haitiano para entrar a sus territorios, a aquellos individuos con capitales a la orden para operaciones empresariales, transacciones e inversiones de capitales, igual que a personajes del mundo diplomático, les liberan de tales restricciones de viaje.
Las pruebas están sobre la mesa. De sus prácticas y conductas hay aportes de evidencias que indican que en el bloque de Comunidad del Caribe no quieren a haitianos pobres y hambrientos viviendo en sus comarcas. Buscan cercanía y contactos para hacer negocios.
Por eso, durante los últimos años, los países asociados han radicalizado sus políticas migratorias y las repatriaciones de haitianos. Los consideran una carga a sus quebradizos presupuestos y un peligro para la seguridad de sus comunidades.
Simplemente, no los quieren. Ni siquiera Bahamas, en sus más de 600 islas deshabitadas, de su conjunto de 700 espacios de tierra firme. Si se lanzan a la mar, los persiguen, los capturan, los encierran y los expulsan. Y si optan por la vía aérea, el fracaso está adelantado. El requisito de visas es un truco, un cálculo para negarles su ingreso.
Se les ha tratado con tanta injusticia que en las notas oficiales sobre visitantes los colocan en el mismo caso de países tan lejanos como Afganistán, Albania, Argelia, Angola, Bangladesh, Bosnia, República de África Central, Chad, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Suiza, Taiwán, Tailandia, Ucrania y Zaire.
La discriminación y desprecio por Haití, por parte de estos países del Caricom, es evidente. No solo se niegan a eliminar el requisito de visas, sino que guardan silencio ante otro caso de privilegio y discriminación: De los 15 países que conforman ese armazón de naciones, Haití incluido, solo a los ciudadanos de nuestro vecino se les requiere de visas para entrar a países de Europa.
Las fascinaciones del Caricom con Haití son solo una coartada para fines estratégicos, de competencia y negocios, en cuyo camino se les cruza la República Dominicana con una economía en su mejor pujanza, amparada por fundamentos de cooperación y buena hermandad con sus socios, específicamente con el país haitiano.
Al Caricom le interesan más los negocios con Haití que preocuparle los gritos de hambre y las carencias de servicios esenciales para la vida de la gente en sus comarcas, ensortijadas entre la aspereza de sus páramos desolados y polvorientos.
Con la política de restricción de visas a los haitianos, los gobiernos del Caricom han completado la última fase de evitar que les llegue mucha gente desde Haití por vía área, mientras extienden un cordón de vigilancia en los mares para interceptarlos y, en caso de que logren alcanzar las costas de sus territorios insulares, las fuerzas de patrullas los arresta en calles y en sus viviendas y luego los pone de regreso a su país.
Para los países del Caricom, Haití le ofrece una migración masiva a través de sus mares, crean malestar con la delincuencia, llevan enfermedades, crímenes, delitos, y les agotan buena parte de sus adelgazados presupuestos. Están decididos a sacar a los haitianos sin papeles de sus calles y vecindarios. Cuando Barbados decidió beneficiar a empresarios y diplomáticos haitianos con pase libre a esa nación, dejó bien claro que era solo para un puñado de ricos con capacidad para hacer negocios.
Igual hizo el primer ministro de San Cristóbal y Nieves y expresidente del Caricom, Denzil Douglas, cuando dijo esto: “Estamos dando paso a la exoneración de visas para que los empresarios haitianos puedan moverse libremente sin obstáculos por Caricom”.
El presidente Michell Martelly ha hecho ruegos al organismo y le ha pedido termine con la discriminación de no otorgar visas para que sus ciudadanos gocen de los mismos privilegios que los de otros estados integrados.
Mientas tanto, y aunque la migración ilegal haitiana hacia ese bloque de naciones ha continuado, las redadas por mar y en tierra siguen en curso.
Tras adoptar nuevas reformas de sus sistemas migratorios, los países del bloque ven a los haitianos como un serio problema para el avance de sus proyectos de desarrollo. Las quince naciones miembros del Caricom son Bahamas, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Barbados, Santa Lucía, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Montserrat, Sant Kitts and Nevis, San Vicente y las Granadinas, Suriname.
Los países nunca han presentado, desde la fundación de su organismo en 1973, con el Tratado de Chaguaramas, en Trinidad y Tobago, planes viables para regular la situación de los haitianos en sus islas y ayudarles a aliviar sus penurias, a pesar de ser oriundos de un país miembro de pleno derecho.
Contrario a esto, sus países tienen una política bien definida: cerrar todas las vías de acceso a la migración haitiana y expulsarlos de cualquier rincón que ocupen en sus territorios. Su solidaridad con Haití tiene doble filo: Por un lado, forzar a la República Dominicana a abrir su frontera y acogerlos en masa, mientras ellos los expulsan.
Con esto les impiden zarpar con dirección a sus islas y siembran confusión sobre una inexistente campaña de racismo, xenofobia y violación de derechos humanos contra los haitianos.
RD desata recelos por turismo
El Caricom tiene, en conjunto, más de 16 millones de habitantes, con un Producto Interno Bruto (PIB) de poco más de 100 mil millones de dólares y un PIB per cápita de 6 mil dólares.
Haití, un miembro de pleno derecho del Caricom, fue exaltado hace 17 años al estribo de ese bloque de 15 excolonias inglesas, holandesas y francesas. Con más de 10 millones de habitantes y una superficie de 27, 750 kilómetros cuadrado, pero con una perdida de casi toda su cobertura vegetal, el más afectado por la degradación del suelo en el continente, tiene la renta per cápita más baja de todo el hemisferio occidental. Es el país más pobre de toda América.
Aunque la llegada de Haití al Caricom le abrió una puerta de esperanzas, cuando sufrió el devastador terremoto de 2010 sus consocios no dieron la cara.
Allí si estuvo presente República Dominicana, llevándole aliento espiritual y asistencia material.
Entre los países y organismos multilaterales que asumieron compromisos con la reconstrucción del país vecino, en el marco de la Cumbre de Donantes sobre Haití, las naciones del Caricom no asumieron compromisos de ayuda.
En la estructura integradora del Caricom no hay un solo país de habla hispana y República Dominicana, que ha aspirado a ser parte de este, ha encontrado resistencia entre sus miembros.
Situada como la novena economía de América Latina, ha registrado un ascenso importante durante los últimos 12 años. Su Producto Interno Bruto Nominal era de US$20,432 millones en 2003 y llegó a US$61,223 millones en 2013. Un salto de US$40,791 millones de dólares de diferencia en una década próspera para la economía. El poder de la economía dominicana tiene una fuerza contundente en la región. Es más grande que todo el conjunto del Caricom.
Con esos méritos, dejar entrar a República Dominicana a la Comunidad del Caribe, y al Tratado de Libre Comercio con Costa Rica, firmado en Kingston, Jamaica, el 9 de marzo de 2004, parece haber causado recelos en algunos gobiernos de ese ente, por temor a poner en riesgo las operaciones comerciales de algunas islas ante el crecimiento sostenido del comercio y la economía dominicana.
Tres de estas naciones insulares, San Vicente y las Granadinas, con su ministro Ralph Gonsalves a la cabeza; Trinidad y Tobago, con su ministra Kamla Persad-Bissessar al frente, y Haití, con su presidente Michel Martelly en primera línea, han liderado durante los últimos dos años una ensañada campaña de descrédito internacional contra el país, aprovechando la sentencia 168-13 del TC que allanó el camino para una reforma migratoria que define el estatus de todos los extranjeros que han vivido en condición irregular en la nación.
Usando ese fallo constitucional, inapelable, como pretexto, el Caricom se erigió como defensor de Haití en todos los foros, emitió resoluciones de condena contra el país y a finales de noviembre de 2013 suspendió la solicitud dominicana para adherirse al bloque regional, “hasta que ese país tome medidas para resolver el conflicto migratorio con Haití”.
Pero esa postura del bloque de aparente solidaridad con Haití contradice su práctica ante la empobrecida nación vecina. Su línea de denuncias y acusaciones contra el país no tiene nada que ver con alegada protección a derechos humanos o rechazo a presuntas repatriaciones.
Lo que está oculto
Con esto solo pretende tocar las fibras sensitivas de los turistas, basado en el desleal propósito de desviar el flujo de visitantes que son atraídos cada año al país por las bondades dominicanas y las novedosas ofertas de su briosa industria turística, tentando provocar una caída estrepitosa que beneficiaría a sus mercados receptores.
Durante años recientes, la caída de las operaciones turísticas en la mayoría de esas islas, cuya fuente principal de ingresos es el turismo, ha sido evidente, en tanto muestra cada vez sus desventajas ante el crecimiento sostenido de ese renglón en la República Dominicana. Mientras las inversiones extranjeras han estado manteniendo una línea de crecimiento en el país, una crisis financiera ha estado azotando durante los últimos años las economías de algunas islas del Caricom dependientes del turismo, obligando a los hoteles a cerrar o reducir su nómina de personal. Solo durante el último lustro las visitas turísticas llegaron a caer hasta 9% en Barbados, 13% en Antigua y Barbuda y 15% en las Bahamas, según estadísticas de la Organización Caribeña de Turismo.
Sus gobiernos han estado bastante preocupados por este problema, que ha causado una baja sustancial en la inyección de fondos a sus presupuestos.
Mientras tanto, la pujanza del país en el renglón turismo está demostrada en las estadísticas más recientes presentadas por la Caribbean Tourism Organization, específicamente de 2014, y ya en el medio término de este año camina en la misma dirección de supremacía en ese actividad frente a las comunidades del Caricom.
Cifras lo explican todo
Las visitas de turistas a los países del Caricom, durante el año 2014, fue la siguiente: Antigua & Barbuda, 249,316; Bahamas, 1,421,860 ; Barbados, 519,598; Belize, 321,217; Dominica, 81,472; Granada, 133,521; Guyana, 205,824; Haití, 465,174; Jamaica, 2,080,181; Montserrat, 8,804; Saint Lucia, 338,158; San Kitts & Nevis, 104,730; San Vicente y las Granadinas, 70,713; Suriname, 251,611; Trinidad & Tobago, 412,537; Islas Turcas y Caicos, 368,164.
La República Dominicana no es miembro activo del organismo, pero terminó liderando el mercado con una recepción de 5,141,377 visitantes. Sus más cercanos competidores fueron Bahamas y Jamaica. Esta puja del turismo criollo constituye una amenaza para las economías de algunos estados del bloque, que en forma sistemática y en sintonía con sus problemas financieros, han aprovechado la reforma migratoria dominicana, desencadenando una campaña de condenas y denuncias sobre presunta xenofobia y apatridia contra haitianos.
Esa campaña se ejecuta en tres frentes para ganar dos propósitos: Denigrar y desacreditar al país por “xenofóbico y racista”, forzarlo a aceptar a miles de haitianos, y legalizarlos, aun sin sus actas de identidad, generar antipatías adversas en los mercados emisores de turismo y desviar hacia sus destinos el elemento básico que da fortaleza a la economía nacional: los turistas.
La puja del turismo criollo constituye una amenaza para las economías de algunos estados del bloque, que en forma constante, y en sintonía con sus problemas financieros, han aprovechado la reforma migratoria dominicana para desatar una campaña de denuncias y condenas por presunta xenofobia y apatridia contra los haitianos.
UNA CAMPAÑA DESDE TRES FRENTES
La campaña contra la República Dominicana se desarrolla desde tres frentes, en los cuales resalta siempre la actuación abierta, y en algunos casos escurridiza, del impredecible gobierno haitiano. Esa campaña se desarrolla desde tres frentes, enfocada en dos propósitos: Denigrar y desacreditar al país por “xenofóbico y racista”, forzarlo a hacerse cargo de los inmigrantes ilegales haitianos, y legalizarlos, aun sin sus documentos de identidad personal, un derecho legítimo de los ciudadanos que el gobierno de Haití ignora, convirtiendo a miles en apátridas en su propia tierra, generar sentimientos adversos en los mercados emisores de turismo y desviar hacia sus destinos el elemento humano primario que aporta más fortaleza a la economía: los turistas.
La presión para que la República Dominicana abra sus fronteras es un cálculo de estrategia: Con las puertas abiertas de par en par para que “entren to’ “, los mares de las naciones del bloque estarían más despejados de inmigración ilegal, protegerán sus presupuestos de un atasco y, después caer en el descrédito y provocar alejamiento de los turistas, las habitaciones hoteleras y playas de esos pequeños estados volverían a atestarse. Todo a costa de infamias.
Bahamas: 2030 sin ilegales
El gobierno de Bahamas ha ido más lejos que todos sus socios en el Caricom en relación a sus planes ante la inmigración ilegal en sus 24 islas habitadas.
El contenido de un informe del Departamento de Estadísticas de Bahamas, intitulado “Proyecciones de Población 2010-2040”, dado a conocer por su directora, Kelsie Dorsett, muestra los propósitos radicales del gobierno de ese archipiélago para acabar por siempre las inmigraciones ilegales.
El informe establece que la política migratoria del gobierno de Bahamas, que ha seguido repatriando a haitianos, proyecta que para el año 2030 esa inmigración ilegal llegará a cero.
En nombre de Cristo… “El refugiado”
La distorsión de los hechos sobre lo que ocurre en el país con el caso haitiano encontró eco en la Conferencia Episcopal de las Antillas, integrada por 19 arzobispos y obispos de las islas integrantes del Caricom.
El 30 de noviembre de 2013, la Conferencia envió una carta al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez expresándole, su “dolor y profunda preocupación por las decenas de miles de nuestros hermanos y hermanas y sus hijos en el hermano país caribeño de la República Dominicana”.
En esa carta, los obispos instaron a la Conferencia Episcopal Dominicana, “en nombre del Evangelio y de Cristo, que era un refugiado, que ustedes hagan todo lo posible para trabajar por los derechos humanos y la dignidad de aquellos que han sido privados de sus derechos”.