Por Amable Grullón
La República Dominicana transita por una nueva realidad económica y social que debe tener respuestas políticas. Es decir, debe producirse cambios o de lo contrario, los sufrimientos podrían ser mucho peores.
El descrédito del sistema político vigente se profundiza y lo único que puede evitar estallidos sociales es porque la gran mayoría de los actores políticos se han descalificado a tal nivel que ninguno de ellos representa una opción válida en lo inmediato.
La falta de cuestionamiento a las actuaciones de “los grupos” que dominan la política criolla se debe a que la gran mayoría carece de calidad moral para hacerlo y el resto, no constituyen opciones reales.
El mismo liderazgo social y empresarial, se ha ido descalificando en la medida en que sus nexos y vínculos con las acciones de las mafias políticas.
Nadie espere acciones concreta contra los corruptos, ni contra los responsables del despilfarro. Eso no pasará y ellos cada día se aseguran de eso moviendo sus hilos de poder hacia donde hay que producir amarres de impunidad.
No habrá reformas políticas porque sus planes no son favorecer al pueblo sino hacer cada vez más poderosos, ya sea con el poder político o con el poder económico.
El resultado no puede ser menos deprimente y frustratorio para la sociedad dominicana, expresado en impunidad, sacrificios selectivos de algunos peones del ajedrez y, las reparticiones del Estado como si fuera una piñata cualquiera.
Tal vez el cambio político no se vislumbre porque la sociedades no avanzan en forma directa, y si sus actores no son capaces de producir cambios, entonces, se ansiedad y la frustración que produce la acción se manifiesta en más violencia, delincuencia, drogas y anhelo de migrar.
Lo que se aprecia ahora con la violencia, la delincuencia y las drogas se agudizará con el golpe que le caerá encima a la población en sentido general con la Reforma Fiscal y el déficit de más de 170 mil millones de pesos.
Resistencia
La resistencia de la población y de las fuerzas vivas no lo detendrá, al final, el gobierno hará concepciones a los más poderosos y organizados de esos grupos y la población en término general será la que pagará los platos rotos.
Pueden estar seguros que ni siquiera los que han roto los platos durante la fiesta y el despilfarro que ha prevalecido, ni siquiera ellos serán afectados.
Los congresistas no sacrificaran sus barrilitos ni cofrecitos, ni los funcionarios del área económica que han sido los mayores responsables del problema y los que ganan salarios de hasta dos millones de pesos, tampoco sacrificarán nada del mundo de cristal en que viven.
Entonces, queridos lectores, confiémonos en que la violencia, la delincuencia, las ventas y consumo de drogas no sean las únicas respuestas en medio de tanto desaliento y frustración para la sociedad dominicana.