Brasil comenzó a debatir ayer jueves en forma pública y abierta la posible renuncia o destitución del presidente Michel Temer, salpicado por un monumental escándalo que lo implica en asuntos de corrupción y en intentos de obstruir a la justicia.
En el Parlamento, en los medios digitales, en la televisión y en las redes sociales han cobrado cuerpo las exigencias para que Temer renuncie, que han surgido hasta en su propia base parlamentaria, que hasta esta semana era considerada sólida y absolutamente fiel.
Al escándalo que se cierne en torno al mandatario se sumó hoy una decisión del Tribunal Supremo, que anunció la apertura de un proceso de investigación sobre las sospechas que pesan en su contra.
La crisis estalló ayer jueves, con la información de que Temer habría sido grabado por un empresario que colabora con la justicia en investigaciones sobre corrupción cuando avalaba un supuesto soborno a un exdiputado preso a cambio de su silencio.
El objeto de la presunta coima sería Eduardo Cunha, expresidente de la Cámara baja, antiguo aliado del gobernante y promotor del juicio político que condujo el año pasado a la destitución de Dilma Rousseff y, por consecuencia, llevó a Temer al poder.
Aunque el presidente ha negado en forma rotunda de ese asunto, el escándalo ha tenido un impacto demoledor en su base parlamentaria y varios de los partidos oficialistas han adherido a las exigencias de “renuncia inmediata”.
A esa demanda se han sumado sectores del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), representado en el Gobierno con los ministros de Relaciones Exteriores, Aloysio Nunes, y de Ciudades, Bruno Araújo, quien ayer mismo anunció su decisión de dimitir al cargo.