El mandatario brasileño, Michel Temer, se enfrentará a partir la próxima semana a un incierto y complejo proceso en la Justicia electoral, que puede llegar a dejarlo en la incómoda posición de presidente “sub júdice”.
Temer se sentará en el banquillo junto a la expresidenta Dilma Rousseff, a quien acompañó como vicepresidente durante cinco años y medio, hasta agosto pasado, cuando ella fue destituida por graves irregularidades fiscales y el actual mandatario heredó el cargo.
El juicio que comenzará el próximo martes en el Tribunal Superior Electoral dictaminará sobre supuestos abusos económicos en la campaña que en 2014 llevó a la reelección de la fórmula Rousseff-Temer, que se habría financiado en parte con dinero procedente de la vasta red de corrupción que operó en la estatal Petrobras.
Abiertamente enemistados desde que empezó el trámite que desalojó a Rousseff del poder, ambos acusados se defienden por separado, pero coinciden en negar las acusaciones y en demandar que el juicio sea anulado por “falta de pruebas” y supuestos vicios procesales.
Tienen, sin embargo, sus diferencias y la principal radica en que la defensa de Temer exige que las cuentas de campaña de uno y otro sean juzgadas por separado, pues alega que el actual mandatario tuvo sus propias finanzas y en que ellas no existen irregularidades, como sí las habría en los balances de gastos presentados por Rousseff.
Entre los documentos que incriminan a la campaña figuran unas declaraciones dadas por exdirectivos del grupo Odebrecht, implicado en la trama corrupta de Petrobras, según las cuales, Rousseff “sabía” del origen ilícito de sus donaciones electorales.