Cuando en el segundo semestre del 2001 República Dominicana hizo su primera incursión en el mercado internacional de capitales, el argumento para ese debut fue que la emergente economía dominicana se beneficiara del proceso de globalización de los mercados.
Tras esa incursión inicial, con un monto de US$500 millones, con los cuales se financiarían obras y proyectos “prioritarios” en casi todas las provincias del país, los bonos soberanos se han convertido en un instrumento inseparable del Presupuesto Público dominicano.
Un total de 13 emisiones de bonos soberanos han sido aprobadas entre el 2001 y enero del 2014. Algunas de esas emisiones han sido para sustituir anteriores y lograr mejores condiciones o por vencimiento. En los últimos años también se han realizado emisiones para el mercado interno.
El endeudamiento por bonos ha sido utilizado además para pagar deuda externa, bilateral como la petrolera contraída con Venezuela, y privada como la sustitución de la incursión original en el mercado de capitales. Entre el estreno y la segunda incursión en el escenario de los bonos soberanos hubo dos años de diferencia, y luego una pausa de dos años más. El mayor receso en acudir a la emisión de papeles soberanos ha sido de cuatro años, entre el 2006 y 2010. En el 2011 hubo otra emisión y siguió un receso de dos años. En el 2013 retornaron los bonos, con dos emisiones, una de US$1,000 millones y una segunda por US$500 millones para convertir parte del saldo entonces pendiente de colocar de una emisión diseñada para el mercado local.
Las motivaciones
Las razones planteadas para las diferentes emisiones han sido variadas. Desde el aprovechamiento del proceso de globalización de los mercados argumentado en la primera emisión hasta financiar previstos déficit fiscales, han sido motivos indicados por los diferentes gobiernos que han asimilado y promovido el acceso a la nueva y predominante ventanilla de financiamiento del presupuesto.
En la primera incursión, en el proyecto presentado al Congreso por el Poder Ejecutivo, se indicó que los recursos generados por el canje de divisas que produciría esa operación se destinarían a “financiar exclusivamente la construcción de obras prioritarias de infraestructura física en todo el territorio nacional que se encuentran en proceso de ejecución o diseño final”. Entonces se citaron entre esas obras y proyectos la Presa del Recodo (La Gina), un complejo deportivo en Nizao, un edificio para el Centro Regional Universitario de la UASD en Hato Mayor, la carretera Hato Mayor-El Puerto-Bayaguana, el acueducto de San Francisco de Macorís , ampliación de la carretera San Francisco de Macorís-Autopista Duarte, carretera Santo Domingo-Samaná, construcción de autopista de cuatro vías de Navarrete a Puerto Plata, y saneamiento del Riito de La Vega, entre otras. Dos años después de esa primera emisión, llegó la segunda, por US$600 millones, y ambas sirvieron de referencia para la tercera, que llegó en el 2005 también por US$600 millones.
Consolidación de las reservas internacionales
El argumento para esa tercera emisión fue que la RD con sus anteriores emisiones de bonos soberanos de los años 2001 y 2003, había incursionado en el mercado internacional de capitales y, a través de estos instrumentos, se había integrado “al mundo financiero internacional moderno y al proceso de globalización”. También se alegó que mediante la colocación de estos bonos soberanos en moneda extranjera, en el mercado internacional de capitales, el país tuvo el propósito de consolidar su posición en reservas de divisas y mejorar su calificación de riesgo-país.