NUEVA YORK (AP) — El monumental proyecto de 4.000 millones de dólares de Santiago Calatrava con alas de acero blanco que se elevan hacia el cielo recordando a las víctimas de los ataques del 11 de septiembre del 2001 avanza a paso firme bajo un sol que quema y ya empieza a vislumbrarse su conclusión.
La terminal de trenes que diseñó el arquitecto español en el sitio que ocupaban las Torres Gemelas será una “obra de arte que irradiará luz” y estará lista en algún momento del 2015, según al director de obras Steven Plate.
Se trata de un complejo subterráneo de tres niveles, de 74.000 metros cuadrados (800.000 pies cuadrados), que conectará la red de trenes PATH con los ferries que cruzan el río Hudson hacia Nueva Jersey y con 11 líneas de trenes subterráneos de Nueva York, las cuales están operando.
Ya se están construyendo dos estructuras con forma de alas separadas por algo especial: una claraboya que se abrirá como si fuese un enorme ojo. Cada 11 de septiembre, el “oculus” será alineado de modo tal que recibirá de la forma más directa posible los rayos del sol a través de un vidrio a las 10:28 de la mañana, la hora en que se derrumbó la segunda torre en el 2001.
La inspiración para ese diseño, dijo alguna vez Calatrava, fue un niño que suelta un pájaro.
“Esto es algo más que una maravilla de la ingeniería”, sostuvo Plate. La estructura está diseñada “para recordar a las casi 3.000 personas que fallecieron aquí”.
Encima de la terminal se levanta el nuevo World Trade Center, de 104 pisos y que es el alma del proyecto, que incluye una plaza conmemorativa del 11 de septiembre con fuentes y cascadas con iluminación especial.
Plate comparó el salón principal de la terminal con el de Grand Central, otra terminal de trenes que es uno de los grandes monumentos de Nueva York y la cual fue renovada recientemente respetando fielmente el modelo original. La nueva terminal dispondrá de 9.300 metros cuadrados (100.000 pies cuadrados) de negocios caros para servir a las 250.000 personas que visitarán a diario el complejo.
Se están empleando más de 12.000 toneladas de acero en la obra y hay hasta 500 obreros trabajando en cada turno, las 24 horas del día, incluidas jornadas como las de mediados de julio con un calor abrasador de 38 grados centígrados (100 Fahrenheit). A cualquier hora del día hay actividad de equipo de construcción, grúas y obreros en los andamios y en tierra firme.
Bañados en sudor y con enormes anteojos protectores, los obreros van y vienen luciendo guantes gruesos y botas reforzadas con acero.
“Tomamos mucha agua, ya sea abajo, en los rieles, o al sol. Hace mucho calor”, comentó la carpintera Elizabeth Fontañez. “Nos aseguramos de tener litros y litros de agua a mano para mantenernos hidratados”.
La mujer de 42 años, residente en el Bronx, dice que se cambia de camisa varias veces al día durante sus turnos de 10 horas.
De su cintura colgaba un cinto para herramientas, con un martillo y un arnés que pesan al menos nueve kilos (20 libras). “Nos tomamos pequeños descansos de vez en cuando”, comentó.
Pero “me encanta lo que hago”, acotó, aludiendo a la reconstrucción del World Trade Center.
Uno de los grandes desafíos que tuvieron que sortear los ingenieros fue la destrucción causada por la tormenta Sandy en octubre del año pasado, expresó Plate.
El nivel inferior se inundó con agua salada, que destruyó los tendidos eléctricos y escaleras mecánicas a medio construir, los cuales tuvieron que ser reemplazados en su totalidad.
El ingeniero civil, no obstante, dijo que observa “mucha fuerza de voluntad aquí desde el 11 de septiembre y también tras el paso de Sandy”.