Al menos 530 personas murieron y 7.800 resultaron heridas en el terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter que se registró el pasado domingo en el oeste de Irán, revelan las últimas cifras oficiales difundidas ayer.
Estos nuevos datos suponen un aumento considerable en el número de víctimas mortales causadas por el seísmo en la provincia de Kermanshah, fronteriza con Irak, cuyo balance ayer era de 430.
La cifra de víctimas se ha ido incrementando con el paso de las horas y con el avance de las tareas de retirada de escombros de las cerca de 30.000 viviendas destruidas.
El Gobierno iraní decretó el día de ayer de luto nacional para honrar a las víctimas del seísmo, el más grave registrado en Irán desde 2003, cuando perdieron la vida 31.000 personas.
Las autoridades han movilizado a todos los cuerpos de seguridad, incluidos el Ejército y los Guardianes de la Revolución, para acelerar las tareas de rescate y ayudar en la entrega de ayuda.
Sin embargo, los decenas de miles de damnificados, reubicados en tiendas de campaña, se quejan de que las ayudas no son suficientes.